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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
Autoria
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Fecha publicación: 
Dom, 10/28/2012
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La humanidad de la fe 

 Ya hemos empezado el Año de la Fe y me permito pedir una especial atención para no caer en la tentación de disociar fácilmente las cosas. Nuestra cultura actual, muy fragmentada, puede alimentar actitudes y praxis que hacen pensar en compartimentos separados, diferenciando mucho doctrina, espiritualidad y acción pastoral. Esto se ha traducido a menudo en un "primero formarse, y luego actuar", o en permanentes distinciones entre teoría y práctica, entre "vida interior" y apostolado, etc. retrasando algunas actuaciones o replanteamientos.

Quiero hacer una llamada a la coherencia para ir disminuyendo la distancia que puede haber entre el decir y el hacer, como dice la Carta de Santiago: "Poned en práctica la Palabra y no os limitéis a escucharla, que os engañaríais a vosotros mismos "(St 1, 22).

Por eso, habrá que procurar vivir en todo momento una espiritualidad atenta a los signos de los tiempos y encarnada en los acontecimientos de cada día. No tendría mucho sentido un planteamiento doctrinal separado de la vida de las personas, insensible a sus gozos y esperanzas, a sus tristezas y angustias. Sabemos que tenemos que vivirlas en carne propia porque no hay nada profundamente humano que no encuentre eco en el corazón de un cristiano (cfr. Gaudium et Spes, 1).

El mismo Papa Benedicto XVI, dos días antes de publicar su primera Encíclica ("Deus Charitas est"), explicaba que su intención era enfatizar la centralidad de la fe en un Dios que ha asumido un rostro y un corazón humanos: "Tenemos necesidad del Dios vivo, del Dios que nos ha amado hasta la muerte. A estas alturas, la palabra «amor» parece algo muy lejano de lo que un cristiano piensa cuando se habla de caridad. Intento mostrar la humanidad de la fe de la que forma parte el "sí" de la persona humana a su corporeidad creada por Dios".

La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo (cfr. Porta Fidei, 7). "La Caridad de Cristo nos urge" (2Cor 5,14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar.

El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. Es esta dimensión misionera, como expresión de una nueva y generosa apertura al don recibido, lo que nos debe impulsar a introducir la pregunta sobre Dios en esta sociedad de vieja cristiandad y en nuestro mundo de la indiferencia o increencia.

Y hacerlo sin olvidar la vertiente ética y social que es una dimensión imprescindible del testimonio cristiano, rechazando la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, que tiene que ver muy poco con las exigencias de la caridad, ni con la lógica de la Encarnación, y que nos debe llevar a iniciativas evangelizadoras menos orientadas hacia el interior de las comunidades cristianas, y más comprometidas en el anuncio de la fe a todas las personas.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida