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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 07/06/2014
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El primer domingo de julio, todas nuestra Diócesis se suman cada año a las personas y organismos que se esfuerzan por mejorar el clima de buena convivencia entre los usuarios de nuestras rutas. Es la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico en la que todos, peatones y conductores, deberíamos reflexionar sobre este tema aceptando nuestra parte de responsabilidad en su amplia problemática. Y, sobre todo, queriendo contribuir a una convivencia constructiva también en este ámbito.

¿Por qué no hacer que los avances que podemos disfrutar en vehículos y carreteras sirvan para acercarnos más unos a otros, facilitando el encuentro de personas, países, culturas, y no tan sólo o preferentemente de intereses comerciales? Un viaje puede ser una ocasión espléndida para el encuentro consigo mismo, con la naturaleza, con Dios. Viajes en solitario atentos a las noticias, pero también aprovechados para pensar, rezar, cantar, oír buena música, podrían ser un bálsamo en la vida de tantos que vivimos muy dispersos y con pocas posibilidades de silencio, de soledad, de reflexión. Y viajes acompañados de familiares, amigos o compañeros de trabajo, que pueden ser una magnífica ocasión para diálogos interesantes, experiencias de comunicación sincera y de escucha atenta y, por supuesto, para un verdadero encuentro con los demás.

Decía el Papa Francisco el pasado mes de junio, hablando de la cultura del encuentro, que hoy vivimos en un mundo que se va haciendo cada vez más pequeño y debería ser más fácil estar cerca los unos de los otros. El desarrollo de los transportes (y de las tecnologías de la comunicación) nos acerca, conectándonos mejor, y la globalización nos hace interdependientes. Y sin embargo muchas veces no es así.

Tenemos la posibilidad de desplazarnos cada vez a mayor velocidad, pero las diferencias y las distancias entre las personas parecen ir aumentando cada día y, demasiadas veces, perdemos la calma simplemente porque el otro corre más que nosotros o tiene un vehículo mejor. Deberíamos esforzarnos por seguir mirando al otro con respeto, acogiendo serenamente lo que hace al volante, facilitándole las cosas y no únicamente tolerando con malhumor sus decisiones.

Pero esto requiere voluntad de hacer de la carretera un lugar rico en humanidad y no sólo un espacio para deambular ignorándonos mutuamente o compitiendo a ver quién puede más, cuando no agrediéndonos sin el menor pudor. Hacer de la carretera este espacio humanizador nos pide más atención a las personas y mayor responsabilidad para mirar al otro intentando resolver las diferencias a base de crecer en comprensión y acogida mutua. La cultura del encuentro requiere siempre estar dispuesto a dar y a recibir aprendiendo unos de otros.

Pensando en todo lo que eso puede suponer para los creyentes, invito a la reflexión y a la plegaria poniendo por intercesora a María, en su advocación de Virgen del Camino.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida