Tipus
Homilías
Autoria
Producció
Fecha publicación: 
Dom, 05/03/2015

Domingo V de Pascua.

Hechos 9,26-31; S. 21: 26b-27, 28 y 30ab, 30c-32; 1Jn 3,18-24; Jo 15: 1-8

Los diáconos sirven e incitan a servir

Hermanas y Hermanos: Os animo a vivir gozosamente este evento. Es un día de júbilo para nuestra Diócesis y lo celebramos rodeados en el espíritu de la Pascua, cuando aún resuena en esta Catedral la voz de los sacerdotes renovando sus compromisos en la Misa Crismal.

Las palabras de Mn. Prat pidiendo ordenar Diáconos a estos tres hermanos, ponen de manifiesto lo que nosotros mismos hemos hecho: un proceso de discernimiento y consultas previas que, de alguna manera, se parece a lo que acabamos de escuchar en la 1ª lectura cuando Saulo llega a Jerusalén e intenta unirse a los discípulos. Los doce y sus compañeros desconfían: no creen que sea un discípulo de verdad. Bernabé lo acoge, lo escucha, se fía de su palabra sobre la experiencia en el camino de Damasco, garantiza que puede ser introducido en el grupo de los discípulos de Jesús y los empuja a ir adelante...

Queridos Josep Mª, Juan de Ávila y Josep: recibid este ministerio con espíritu de pobre. No es ningún derecho, ni vuestro ni mío, es un don del Señor que ha ido trazando las líneas de vuestra vocación. Tenéis biografías muy diferentes, pero hay una cosa en común: habéis sido objeto de una llamada (una vocación) a construir el Reino de Dios, a manifestar su Bondad y comunicar unos bienes que no son vuestros. Como os diré ahora mismo: Recibe, cree, enseña y practica: "Recibe el Evangelio de Cristo, del que has sido hecho mensajero, y cree lo que lees, enseña lo que crees y practica lo que enseñas".

Los diáconos son ordenados para el "servicio" y no propiamente "para el sacerdocio" (LG 29). Es decir para ofrecer en nombre de Cristo el sacrificio eucarístico. Según San Ignacio de Antioquia, son los "encargados de la diaconía de Jesucristo. Pueden alcanzar muchas funciones: proclamar y explicar la Sagrada Escritura, instruir al pueblo, bautizar, distribuir la Eucaristía, bendecir el matrimonio, celebrar exequias, guiar asambleas de oración, promover iniciativas de caridad, animar sectores de pastoral o comunidades eclesiales, gestionar la administración económica ...

Pero, lo más importante no es lo que pueden hacer sino lo que son: un signo sacramental de Cristo siervo que deben promover la vocación a servir, común a todo el pueblo de Dios. En nombre de Cristo y con la gracia de su Espíritu, los diáconos sirven e incitan a servir. Recuerdan también a los otros dos grados del orden sagrado (sacerdotes y obispo) que su misión es un servicio. El Concilio Vaticano II ha dado un nuevo relieve a este ministerio, restaurando el diaconado permanente, al que pueden acceder hombres célibes y casados.

Al margen de su santidad personal, el sacramento del Orden os capacita para actuar válidamente en el nombre de Jesucristo. El Espíritu Santo, recibido en el sacramento, tiende a rodear toda su personalidad y también para vosotros vale lo que "Pastores dabo Vobis" afirma del presbítero: "Es llamado a ser imagen viva de Jesucristo" ..., "en revivir en su vida espiritual el amor de Cristo Esposo hacia la Iglesia esposa", y por ello a "ser capaz de estimar a la gente con corazón nuevo, grande y puro, con auténtica renuncia de sí mismo, con donación total, continua y fiel" (nº22).

Aquí radica el sentido de la "unción" bautismal, que todos hemos recibido. En la Biblia, el que recibe una unción es consagrado para una misión. Nuestra limitación o nuestro pecado, si estamos dispuestos a salir, no serán un obstáculo para Dios, que sorprende siempre a todos eligiendo no al hijo mayor, el más alto y fuerte, sino un chico débil como David, en quien nadie había pensado. Los instrumentos más débiles son los que Dios parece elegir a lo largo de la Historia y también hoy: todos nosotros podemos demostrarlo por experiencia propia.

Eso sí, Jesús, al enviar a sus primeros colaboradores a proclamar e instaurar el Reino, los quiere libres de lazos afectivos y de intereses, generosos en el servicio, y les pide -sobre todo- que le sigan muy de cerca: "Permaneced en mí, y yo en vosotros".

Jesús está hablando en la intimidad del Cenáculo: es su discurso de despedida. "Permaneced" designa comunión de vida, participación del creyente en la vida del Resucitado. Y añade categóricamente: «Sin mí no podéis hacer nada». Afirma que seremos absolutamente estériles si no estamos unidos profundamente a Él. Por ello, ser cristiano exige esta experiencia vital de Jesucristo, conocimiento interno de su persona y apasionamiento por su Evangelio... Y Jesús dice que el medio, para mantener en condiciones esta unión con Él, es su Palabra que hay que acoger en la fe, dejando que vaya podando y purificando nuestras realidades personales y comunitarias...

Jesús toma una imagen clásica de la Biblia: la vid (cfr Is 5, 1). Pero ahora el sarmiento ya no es el Pueblo de Israel sino él mismo que se presenta con esta solemne afirmación, que tanto le gusta al evangelista Juan: Yo soy. Bajo la imagen de la cepa está la imagen de aquella zarza ardiente del Sinaí. Ahora Dios está presente y de manera permanente en Jesús. Él ha venido a plantar su tienda, su tabernáculo entre nosotros. Se ha arraigado y nos invita a permanecer, a mantenernos injertados en esta cepa en quien circula la savia divina. Sólo así nuestra adhesión será total y podremos amarnos los unos a los otros con hechos y verdad, y observar sus mandamientos (2ª lectura).

Hermanos y hermanas, oremos para que estos nuevos diáconos y todos los pastores del mundo, y todos los bautizados, nos parezcamos cada vez más a Cristo, Siervo de Dios, que vino no a ser servido sino a servir. Como diría Ignacio de Loyola: "En todo, amar y servir".

 + Joan Piris, Obispo de Lleida