Tipus
Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
Autoria
Producció
Fecha publicación: 
Dom, 02/25/2018

No me gusta empezar este comentario diciendo que todos somos o estamos enfermos. Querría evitar frivolizar con aquella frase que, coloquialmente, atribuimos a la igualdad de los seres humanos. Sí, todos somos iguales, pero unos más que otros.

El tema de la enfermedad es muy importante en nuestra vida. Lo prueba su presencia constante en  nuestras conversaciones. Podríamos decir que la enfermedad nos define. Es exponente de nuestra  fragilidad humana. El tema se puede tratar desde muchos puntos de vista, desde el médico-científico hasta el organizativo o social, o como reivindicación permanente con vistas a mejorar la atención sanitaria. Nosotros lo trataremos desde la fe.

Los católicos participamos también de la preocupación por la enfermedad. A título personal todo creyente, desde su situación profesional o familiar, se esfuerza en atender o mejorar la realidad del enfermo que tiene a su lado. Además de ello, durante este mes de febrero que acaba, como todos los años, la comunidad eclesial ha insistido en recordar el mundo del enfermo. Empezamos el mes con la celebración de Vida Creixent, recordando que la enfermedad está presente en las personas de edad;   continuamos con la fiesta de la Virgen de Lourdes en la que pedíamos al Señor por todos los enfermos, agradecíamos la tarea y el esfuerzo de tantos miembros de la Hospitalidad de Lourdes cuyo centro es la atención a los enfermos, y llenábamos las parroquias de plegarias para implicar a todos los participantes en la cercanía hacia los que carecen de salud, al celebrar la llamada Jornada del enfermo. Sin contar el recordatorio, que se nos brindaba desde Manos Unidas, para colaborar en la disminución de la fragilidad en los países más pobres, o la próxima fiesta de San Juan de Dios, volcado en atender a los enfermos. 

Los católicos aceptamos la enfermedad como un período de nuestra vida que visibiliza la fragilidad humana y que nos sitúa ante la necesidad de dar o recibir ayuda. Percibimos que esa condición de enfermos tiene un recorrido múltiple, desde la desesperación y el rechazo hasta la aceptación. A unos nos hunde, a otros los ponemos como modelos ejemplares para imitar su disposición de ánimo. Desde luego podemos decir que los católicos luchamos para poner nuestra vida en manos de Dios. No es fácil, pero es coherente con la actitud que nos muestra el mismo Jesús en el evangelio. Quisiéramos mostrar el lado más admirable de quienes se comportan de ese modo. Nos agradaría, cuando llegue el momento, ser capaces de afrontar con dignidad cristiana esa situación.

Que nadie olvide una palabra de gratitud hacia tantos profesionales que en hospitales o residencias geriátricas atienden con cariño a los enfermos. Que todos valoremos con una buena nota a quienes se esfuerzan por dar una buena atención a familiares, amigos o conocidos en una situación complicada. Que cada día haya más personas que se comprometan con los equipos parroquiales de pastoral de la salud, que acompañan y se muestran cercanos a los enfermos con sus oraciones, sus conversaciones y sus gestos para hacer más soportable el tiempo de la enfermedad. A quienes lo solicitan les llevan a Jesucristo, el único que conforta, que acompaña y comprende, de forma definitiva y en cualquier circunstancia, al enfermo.

+Salvador Giménez, bisbe de Lleida.