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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 12/29/2013
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Los cristianos no hemos inventado la familia. Es un fenómeno social que aceptamos como un valor en sí mismo, pero queremos vivirlo "a la luz de la fe" o, como diría el apóstol Pablo, "en el Señor". Sin imponer un único modelo de familia pero sí remitiéndonos a lo que entendemos también como un "proyecto de Dios" y, desde esta fe, tratando de aproximarnos a aquel tipo de familia que posibilite más el amor, el servicio, la fraternidad, el respeto a la profunda e irrenunciable dignidad de todas las personas que la integran, a su maduración, libertad y responsabilidad en el quehacer en la sociedad.

Por ello, casarse en la fe de la Iglesia supone, ante todo, un modo particular de entender y vivir el amor y la familia que se expresa en un consentimiento sacramental, que viene a decir: te quiero y quiero que me quieras "como" Cristo nos quiere, con un amor como el suyo, fiel y estable, para siempre. Para nosotros, Cristo Resucitado es la garantía de esta mutua fidelidad. Para ello es imprescindible la FE cristiana, porque sólo en este clima es posible amar de esta manera y puede crecer y hacerse ver un amor conyugal así.

Esta íntima comunidad conyugal de vida y amor que conlleva el matrimonio sacramental, está llamada a enriquecerse diariamente. Supone una decisión permanente y progresivamente renovada como pareja. Y también un amplio sentido de la fecundidad y sensibilidad comunitaria: paternidad responsable y voluntad de educar cristianamente; pareja y familia abierta e integrada en la Comunidad Eclesial de la que recibe apoyo afectivo y real; vocación de servicio a la sociedad a la que ofrece su aportación como una célula viva.

En la "Familiaris Consortio" (n. 17) se pide a las familias de los cristianos "custodiar, revelar y comunicar el amor"... y se afirma que la familia de los cristianos tiene su propio "don": la consagración sacramental (FC 5). Con humildad, pero con claridad, hay que hacer ver que esta manera de entender y vivir el amor es una fuerza en la creación de un mundo mejor, más justo y más humano. Los bautizados tenemos una vocación pública de servicio y en el sacramento del matrimonio se recibe la capacidad para "humanizar" el mundo aportando una experiencia de amor estable, fiel, gratuito, esforzado, capaz de dar y recibir perdón, haciendo realidad presente la antigua máxima: "mirad cómo se aman los cristianos". Por ello: "familia cristiana, ¡sé lo que eres!"

En este domingo navideño, celebrando la Sagrada Familia, podemos plantearnos desde la fe algunos interrogantes (que pueden valer y valen para todos): ¿qué capacidad tiene nuestra familia para crear de verdad "una comunidad de vida y amor" ("alianza", en sentido bíblico y no sólo "contrato"); para "servir a la vida" (su transmisión, defensa y educación es el gran "ministerio" de los padres); para construir la fraternidad humana en la igualdad de todos sus miembros; para formar una comunidad de "personas", favoreciendo el desarrollo de los valores de cada uno de sus miembros y educando en libertad sin manipular, para hacer real y favorecer el compromiso con todos aquellos que nos rodean y la participación en el desarrollo de la sociedad, etc.?

Os animo a seguir construyendo vuestra familia, con fe en Dios y confianza en los hombres y mujeres que la integran. ¡FELIZ Y CONSTRUCTIVO AÑO NUEVO!

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida