Tipus
Ayudando a vivir (Obispo Joan)
Autoria
Producció
Fecha publicación: 
Dom, 12/16/2012
Fitxer audio: 

El núcleo central de la fe cristiana

Como he escrito en el Mensaje diocesano para este curso 2012-13, la vida personal de los bautizados y nuestras iniciativas comunitarias necesitan de una calidad espiritual que les dé el verdadero valor evangélico, un suplemento de alma (Bergson).

El último Sínodo sobre la transmisión de la fe ha insistido (como lo hacía el Concilio Vaticano II) en la necesidad de cuestionarse sobre nuestro ser y manera de vivir y redescubrir el corazón de la evangelización que es la experiencia de la fe cristiana: el encuentro con Jesucristo. Es el hecho que constituye el núcleo central de la fe y es necesario que las comunidades cristianas encontremos las energías y los caminos para volver a aferrarnos sólidamente a la presencia del Resucitado que nos anima desde dentro y, así, ofrecer al mundo la propia experiencia de Dios.

Debemos repetirlo muchas veces: creer será siempre abrir a Dios un crédito ilimitado en nuestra vida para que Él reine sin condiciones, sin rebajas... Es aquello de la opción fundamental.

Y también es absolutamente necesario cuidar la fraternidad eclesial. La comunidad es el ámbito por excelencia del testimonio de la presencia de Jesús entre nosotros. Ya en 1995, el Concilio Provincial Tarraconense veía urgente la revitalización, la vertebración y la articulación de todas las comunidades cristianas para que sean evangelizadoras y evangelizadas: acogedoras, fieles a la misión de ayudar a gente muy diversa a rehacer su experiencia de Dios, humildes, fraternas y abiertas a las demás comunidades.

Todos los seguidores de Jesús necesitamos madurar la propia fe en un grupo eclesial donde podamos descubrir que vivir en comunión es posible y que aislarse es destruir la posibilidad de construir una vida diferente basada en los valores evangélicos.

La comunión eclesial tiene una dimensión profunda: es comunión con Dios. Pero tiene igualmente una dimensión visible: es comunión de las personas entre sí y se expresará en formas de intercambio y participación en diferentes ámbitos eclesiales, siempre teniendo en cuenta que es, sobre todo, comunión de corazones (cfr. Hch 4, 32). Todos los que tenemos una cierta responsabilidad a cualquier nivel en nuestras comunidades tenemos que ser portadores de la experiencia comunitaria de la fe y al mismo tiempo capaces de promoverla.

La fe cristiana nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. No podemos dejar que la sal pierda su sabor y la luz permanezca oculta. Esto pide explícitamente testigos de servicio callado y gratuito, pues esto ilumina más que los grandes discursos. Este Año de la Fe, que hemos iniciado el once de octubre pasado, es también una nueva oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad (cfr. Porta Fidei, 14). Si la gente que nos rodea experimenta que es acogida, que puede acudir a nosotros siempre que lo necesita y nos encuentra generosamente disponibles, entonces entenderán qué significa servir.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida