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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 01/26/2014
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El domingo es una de las primeras y más originales instituciones cristianas por el hecho de que el Señor Jesús resucitó y se manifestó a los suyos «el primer día de la semana», como atestiguan los evangelios. Sabemos que el domingo, día del Señor, ha sido desde el principio un espacio gozoso para los cristianos y también que el domingo, y las fiestas del calendario cristiano, forman parte del patrimonio cultural de una fe que se ha encarnado en los pueblos de nuestra geografía europea y en todo el mundo.

Sin embargo, para muchas personas, el domingo es un día casi justificado sólo por la necesidad de recuperar energías para el resto de la semana, de descansar de algunos excesos, de cambiar de tarea, de estar con la familia o dedicarlo a sus "hobbies".

Sería bueno que los discípulos de Jesús viviéramos los días festivos de una manera testimonial, como espacios privilegiados para expresar nuestra identidad cristiana y, al mismo tiempo, manifestando nuestra solidaridad en Cristo con todos. El domingo y las fiestas cristianas poseen valores que son aceptados comúnmente por nuestra sociedad pluralista y secularizada. Han venido acompañando la existencia de las personas y de los pueblos, adaptándose al ciclo vital de la naturaleza y la evolución del conjunto de las distintas tareas que van construyendo la sociedad y dan un color particular a la vida. Este aspecto de nuestra cultura, originariamente cristiano, no siempre es percibido y valorado por influencia de un ambiente que parece querer eliminar del tejido social la referencia a Dios y a la trascendencia.

Hemos de compartir la alegría de las fiestas (cfr. Rom 12,15; Lucas 15,6.9) del calendario cristiano que jalonan el año y que tienen también la capacidad de dar una respuesta a la búsqueda de un significado para el ocio y el tiempo libre que sufre el hombre moderno. Debemos demostrar que si hacemos fiesta no es para entretenernos o pasar el tiempo, sino que poder vivir más a gusto y pasarlo bien es un don de Dios y como una inclusión de la eternidad en la vida de cada día. Los días festivos son oportunidades de vivir y experimentar la alegría como una prenda y anticipo de la felicidad plena que sólo se conseguirá más allá de las fronteras de este mundo, cuando las luchas darán paso a la paz, los recelos y los odios a la reconciliación, el dolor al consuelo y los esfuerzos de los hombres al descanso de Dios.

El día que Juan Bautista, diciendo "mirad el Cordero de Dios" (Jn 1,36), señaló la presencia de Jesús en medio de nosotros, abrió al mundo un camino de esperanza que tenemos que hacer más activa entre todos, viviendo con entusiasmo y testimoniando la propia fe sin complejos, amando al mundo y el tiempo que nos han tocado y luchando por mejorarlo.

Intentemos participar con alegría de esta presencia, de manera especial en la Eucaristía del Domingo, "EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA".

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida