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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 01/19/2014
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Los inmigrantes no dejan de ser noticia por muchos motivos no siempre fáciles de objetivar pero, para la Iglesia, son hijos de Dios y la conciencia cristiana no nos permite mirar hacia otro lado ignorándolos y menos con el argumento de que también los de aquí tenemos problemas.

Puede que la intensidad de la inmigración haya disminuido en los últimos tiempos pero sabemos que, separarse de la familia, desarraigarse de la cultura propia, aprender una lengua desconocida, vivir con el sentimiento de que muchos desconfían de ti, debe suponer un sufrimiento con consecuencias difíciles de valorar.

Gracias a Dios son muchas las personas y grupos cívicos y eclesiales sensibles que brindan a los inmigrantes un trato digno y humano dándoles ayuda. Es de justicia reconocer que la conciencia social ha mejorado mucho en nuestras tierras. Pero todavía hay muchos que les miran sólo con curiosidad, con indiferencia o con recelo. Yen los encuentros de la Visita Pastoralhe podido comprobar que, lamentablemente, hay cristianos que también participan de los prejuicios comunes en nuestra sociedad.

En la Biblia podemos encontrar mensajes que nos dan luz y nos deben hacer pensar. Frecuentemente los inmigrantes son asociados a los huérfanos ya las viudas que, entonces, eran considerados los grupos más desprotegidos. Invitaría a leer algunos fragmentos del capítulo 24 del Deuteronomio, entre los más significativos. O el Levítico (19,33), donde Dios pide a su pueblo actitudes de justicia e, incluso, amor al inmigrante.

Por otra parte, conocemos muy bien las afirmaciones de Jesús (Mt 25,31-46) identificándose con los que tienen hambre o sed, los enfermos, los desnudos, los prisioneros... y los forasteros (inmigrantes).

Estamos, pues, ante una realidad ciertamente compleja, que también ha tratado muchas veces la Doctrina Social de la Iglesia (cfr. Gaudium et Spes 66, 68) y el Magisterio. Una realidad que no podemos dejar de lado ya la que sólo bastaría aplicar lo que llamamos misericordia y actuar en consecuencia, dejándonos afectar personalmente e identificándonos con estos hermanos y su problemática.

Los inmigrantes deben encontrar entre nosotros una acogida digna y, si hablamos de las comunidades de la Iglesia, un nuevo hogar. Necesitan lugares donde encontrarse y nuestros locales parroquiales o escolares pueden facilitar espacios donde compartir experiencias y apoyarse mutuamente.

Hay que abrir nuestros grupos y celebraciones o iniciativas catequéticas a los inmigrantes cristianos. Podemos promover espacios de diálogo y rezo con los cristianos de otras confesiones. E, incluso, los inmigrantes de religión no cristiana deberían poder encontrar en nosotros una mano tendida y la necesaria consideración a sus particularidades.

 

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida