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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 07/05/2015
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No quiero quitar importancia ni dejar de expresar la pena que producen algunas cosas que pasan y que son del dominio público. La temperatura moral que nos rodea no es precisamente alta y hay que denunciarla, teniendo en cuenta la advertencia evangélica de mirar también quién está libre de pecado para empezar a tirar piedras. Ciertamente hay circunstancias negativas, pero también las hay favorables.

Los cristianos hemos descubierto en Jesús el sentido trascendente de la vida y tenemos que anunciarlo y animar el desarrollo ético del mundo, estimulando todo lo positivo que se esconde en el interior de las personas. Entre todos tenemos que hacer que la sociedad que vamos construyendo tenga más calidad y fundamentos más sólidos y nobles. Somos servidores de esperanza: una esperanza que es confianza en la fidelidad de Dios que cumple siempre lo que promete. Se apoya en la presencia permanente de Jesucristo y de su Espíritu en la Iglesia y nos pide colaboración responsable.

Cuando escuchamos en el evangelio: "Dios envió al ángel Gabriel..." estamos afirmando que Dios ha tomado la iniciativa. "El Espíritu Santo vendrá sobre ti...": estas palabras son como un sacramento de la iniciativa de Dios, es el tiempo del Espíritu Santo que es el tiempo de la Iglesia, nuestro tiempo, en el que Él tiene la iniciativa. Pero ha querido contar con nosotros.

Es necesaria nuestra docilidad, porque Dios actúa en la historia mediante nosotros. Y esta docilidad ("He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra") no es una docilidad inoperante. Está al servicio de la iniciativa de Dios y al mismo tiempo cargada de creatividad, ocurrencias, sacrificios, proyectos, dedicación. Sabemos que el primer efecto de la docilidad de María es la visita a ayudar a su parienta Isabel: un buen ejemplo de iniciativa y servicio. Y después, toda su maternidad con todas las aventuras: el exilio, las preocupaciones para dar de comer, para educar...

En nuestra vida las cosas son así: ser dóciles al Espíritu es poner en marcha todas nuestras cualidades. No las tenemos para que duerman sino para usarlas al máximo. Y todos los dones que hemos recibido los tenemos que poner al servicio de la iniciativa fundamental del Espíritu, que nos debe llevar a lo que hoy llamamos la 'inculturación' del Evangelio. Tal como ocurrió en la experiencia de María ("La Palabra se hizo Carne..."), todos los esfuerzos que podamos hacer bajo la potencia del Espíritu llevan con ellos la eficacia de la Encarnación. Es una tarea difícil pero importante, y muy necesaria para poder compartir la alegría del Evangelio. Pero siempre será fruto de estos dos pasos: Dios que interviene y los cristianos dóciles que se entregan al servicio total de las iniciativas del Espíritu en favor de la humanidad.

Mirando a María, nosotros recibimos una gran lección de actividad pastoral, de esperanza, de certeza, que pasa a través de nuestra pequeñez y nuestras incapacidades. Siempre será más lo que falta que lo que hemos logrado. Por ello, está claro que tenemos un futuro abierto.

Recibid el saludo vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida