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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 07/26/2015
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Todos tenemos experiencias negativas y hemos sido heridos alguna vez por las palabras de quien no nos ha querido bien y, lo más doloroso aún, por las palabras de personas queridas o amigas. Y, al mismo tiempo, tenemos que preguntarnos si nosotros mismos no habremos herido también a alguien mediante el rechazo, la calumnia o el descrédito.

No tenemos porqué esconder nuestros problemas o discrepancias (de las que hay testimonios ya en el Nuevo Testamento) porque somos y seremos siempre personas débiles y siempre tendremos que tratar con personas débiles. No se trata de esconder nuestros desacuerdos: en nuestros grupos, entre parroquias, con el obispo, etc. Pero deberíamos pensar de qué manera estas circunstancias afectan o no a nuestra credibilidad, porque una comunidad que se pelea no es ciertamente muy atractiva. Será siempre más atractivo lo de los Hechos de los Apóstoles: "Todos los creyentes vivían unidos y lo que tenían lo ponían al servicio de todos". O lo que después se dice de los primeros cristianos: "Mirad, cómo se aman".

La Carta a los Efesios considera posible entre los bautizados diferentes males: la amargura, el enfurecimiento, la ira, los gritos, las injurias y toda clase de maldad, pero pide cambiar y por un motivo claro: "Sed buenos y cariñosos los unos con otros, y perdonaos como Dios os perdonó en Cristo". Este es el talante de los cristianos que nos permitirá construir comunidad (la iglesia de la misericordia y del perdón). Esto es ciertamente un don de la gracia de Dios pero, como cristianos, tenemos el compromiso (deber e ideal) de edificar comunidades en las que las palabras, aunque sea con intención de corregir, creen comunión y no la destruyan (Ef 4).

Podríamos recordar también algunas de las enfermedades (curables) que últimamente nos ha señalado el Papa Francisco, que debilitan nuestro servicio, y entre ellas lo que él llama habladurías, murmuraciones, chismes, rivalidades e incluso calumnias que pueden desacreditar a los demás. Todo puede empezar por poco pero sembrando cizaña y a menudo mata la fama de los hermanos. El mismo san Pablo advertía a los Filipenses (2, 3-4. 14-15): "No hagáis nada por rivalidad ni por arrogancia; con toda humildad, considerad a los demás superiores a vosotros mismos. Que no busque cada uno sus propios intereses, sino los de los demás. Haced todo sin murmuraciones ni disputas, y seréis limpios e irreprochables".

El Papa decía que estas enfermedades son un peligro para todo cristiano y pueden golpear tanto a nivel personal como comunitario. Y que el antídoto para su curación es pedir la gracia de sentirse pecadores y de "tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo" (Fil 2,5), sentimientos de humildad y de donación, de desprendimiento y de generosidad. Y añadía que la curación es también fruto del conocimiento de la enfermedad y de la decisión personal y comunitaria de curarse soportando pacientemente y con perseverancia la cura.

Así pues, estamos llamados a mantenernos «en la verdad y en el amor, y a crecer en todo hasta que lleguemos a Cristo, que es la cabeza. Para él, todo el cuerpo se mantiene unido armoniosamente, va creciendo y edificándose en el amor "(Ef 4,15-16).

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida