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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 05/18/2014
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¿Quién de ustedes recuerda la fecha de su bautismo? preguntaba el Papa Francisco en la catequesis del miércoles hace unos meses a los miles de peregrinos reunidos en la  Plaza de San Pedro y fuera de ella.

En la Misa de cada domingo hacemos nuestra profesión de fe y afirmamos: Creo en un solo bautismo para la remisión de los pecados. Es la única referencia explícita que hay en el Credo a un Sacramento. Allí se habla sólo del Bautismo. Ciertamente, el bautismo es la "puerta" de la fe y de la vida cristiana y Jesús Resucitado encargó a sus apóstoles: “Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia a toda criatura. El que crea y se bautice, se salvará; pero el que no crea se condenará” (Mc 16,15-16).

El Papa explicó que la misión de la Iglesia es evangelizar y perdonar los pecados a través del sacramento bautismal, que se renueva en el sacramento de la penitencia. Y encomendó una tarea: "Cuando vuelvas a casa pregunta ¿qué día fui bautizado? Es tu segundo cumpleaños, el día del nacimiento en la Iglesia". El Bautismo es la carta de identidad del cristiano y está ligado al perdón de los pecados. El sacramento de la penitencia o confesión es como un segundo bautismo que consolida y renueva el primero. El día de nuestro bautismo es el punto de partida de un camino hacia Dios, un camino de conversión que dura toda la vida y que está continuamente sostenido por el sacramento de la penitencia. Cuando vamos a confesarnos de nuestras debilidades y pecados, vamos a pedir el perdón de Dios pero, con este perdón, renovamos también el bautismo porque en cada confesión celebramos el día del bautismo. Por eso decía el Papa que la confesión no es una sala de tortura sino una fiesta, para tener limpia la vestidura blanca de nuestra dignidad cristiana.

El bautismo es una verdadera inmersión en la muerte de Cristo, de la que se resurge con él como criaturas nuevas. Baño de regeneración y de iluminación. Llenos de la gracia de Cristo, su luz deshace desde dentro las tinieblas del pecado y el bautizado se convierte en luz para los hermanos que están a oscuras. Y el Obispo de Roma preguntaba: ¿Te sientes fuerte o vives arrastrándote? El bautismo da fuerza. ¿Te sientes iluminado con la luz que viene de Cristo o eres un hombre o mujer que vive a oscuras? El don es convertirse en luz para todos. Se trata de una intervención potente de la misericordia de Dios en nuestra vida que no nos quita la debilidad humana. Todos somos débiles, todos somos pecadores. No nos quita la responsabilidad de pedir perdón cada vez que nos equivocamos y eso es precioso. No me puedo bautizar dos, tres, cuatro veces, pero sí puedo ir a la confesión. Y cuando me confieso renuevo la gracia del bautismo. El Señor es bueno y nunca se cansa de perdonar. El bautismo nos abre las puertas de la Iglesia, pero también cuando la puerta se cierra por nuestros pecados la confesión la vuelve a abrir, porque la confesión es como un segundo bautismo que nos ilumina para ir adelante con el Señor.

Y el sucesor de Pedro terminaba diciendo: "¡Vamos adelante y contentos! porque la vida se debe vivir con la alegría de Jesucristo y ésta es una gracia del Señor".

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida