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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
Autoria
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Fecha publicación: 
Dom, 04/20/2014
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En nuestros templos y en la calle, hemos celebrado los misterios de la Pasión y Muerte en Cruz de Jesús y su Santo Entierro: la Palabra reducida a silencio. Pero estamos llamados a hacer brillar la alegría de la Resurrección reavivando nuestra fe y ayudando a experimentar sus efectos en personas, situaciones y problemáticas muy variadas y no siempre alimentadas por la esperanza. Ahora es el tiempo de la Iglesia y del testimonio de sus miembros. Nuestra solidaridad con el resucitado nos hace encontrar la armonía de nuestra condición humana: ni evadirnos de la historia en nombre del espíritu, ni idolatrar la materia, el cuerpo y los valores humanos. La solución del problema planteado por el drama de la cruz (al que nuestras celebraciones, sobre todo de la piedad popular, da tanto relieve) es la Resurrección de Jesús: todos sabemos que la cruz sola no puede sostener la fe cristiana.

El misterio pascual reside en el hecho de que el Crucificado, aquel que ha manifestado el inmenso amor de Dios por nosotros dejándose crucificar, ha resucitado y vive entre nosotros. Esto es lo que anuncian los apóstoles compartiendo la experiencia de las apariciones de Jesús. Es un hecho muy extraordinario pero igualmente muy concreto, con testigos y signos bien tangibles. Una luz interior les ha permitido reconocer la veracidad del evento que ellos han visto y oído con sus propios ojos y escuchado con sus oídos. Y lo han ido transmitiendo unos a otros como una cadena hasta nosotros mismos. Anunciar la resurrección de Cristo ha sido, desde el inicio, el primer modo de comunicar la síntesis del mensaje evangélico y de dar testimonio del mismo. Es el acontecimiento que revela definitivamente la verdadera identidad de Jesucristo, sobre la que se fundamenta nuestra esperanza de vida para siempre.

Concretamente, cuando el apóstol Pablo lo transmite a los Corintios está buscando ofrecer una respuesta a sus dudas y lo hace concentrándose en lo esencial: que hemos sido justificados, salvados y convertidos en justos por el Cristo muerto y resucitado por nosotros. Sin esta resurrección la vida cristiana no tendría ningún sentido. La misma comunidad cristiana nace cuando aparece la decisión de compartir la fe en Jesucristo, Hijo de Dios resucitado, vivo y actuando en cada uno y en la Historia. Es muy conocido el testimonio de san Justino, ya en aquellos primeros tiempos, explicando por qué los seguidores de Jesús nos reunimos de manera especialísima cada domingo: "nos reunimos todos los días del sol... porque es el día en que Jesucristo, nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos, se dejó ver por sus apóstoles y discípulos y les enseñó todo lo que hemos expuesto a vuestra consideración" (cfr. Primera Apología, 67, 3-5).

Os animo, pues, a celebrar en comunidad "el día del sol" (cada domingo) para testimoniar con fe que Dios es el único verdadero señor de todo, presente, pasado y futuro, y que el actor principal de la salvación es Jesucristo quien, con su muerte y resurrección, nos ha dejado claro cuál es el camino de la vida. Demos testimonio cada día con comportamientos evangélicos. FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida