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Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
Producció
Fecha publicación: 
Sáb, 06/29/2019

Queridos diocesanos:

La fiesta del apóstol san Pedro nos invita a todos a pedir a Dios por su actual sucesor, el papa Francisco. También, como sabéis, en este día quedan unidos dos hombres que representan dos realidades esenciales de nuestra vida de fe: Pedro, la roca sobre la que Jesús levanta su Iglesia y la mantiene en la unidad; Pablo, el perseguidor de cristianos, converso e insigne evangelizador de Jesucristo a todos los pueblos. Mirada hacia adentro y mirada al exterior. Vida intensa y coherente de todo cristiano; predicación del mensaje con alegría y con valentía.

Me parece que todos percibís esos distintivos en la persona del actual Papa. El constante trabajo diario para promover la comunión de todos los miembros de la Iglesia formando una familia que escucha, que ama, que acoge y acompaña; también la insistente preocupación por llevar a todas las gentes el conocimiento de la persona, del mensaje y de la obra del Señor Jesús. Para todo esto el Santo Padre necesita de la asistencia del Espíritu Santo con el fin de no decaer nunca en la pretensión de ofrecer al mundo una iglesia unida, purificada, alegre y creíble y también que él mismo no olvide nunca el empeño del anuncio del Reino.

A ciertos sectores les causa asombro la repetida petición del Papa solicitando oraciones para apoyar su tarea pastoral. No es un aspecto baladí ese interés en la petición. Es necesario para él por el peso de su responsabilidad y es necesario para nosotros que nos vincula a sus intenciones y nos permite colaborar con sus preocupaciones universales.

La oración por la persona concreta del papa Francisco tiene una prolongación comunitaria, la oración por la Iglesia. No se cansa de recordar él mismo la importancia de las oraciones de todos en favor de la familia eclesial. Seguro que muchos ya lo hacéis. Es bueno recordarlo y enseñarlo a los más jóvenes de nuestro alrededor. A la oración se une el amor, el reconocimiento, la admiración e, incluso, la defensa de la misma Iglesia. A ésta la hemos definido, además de otros muchos títulos, como madre y maestra. Son dos significados muy entrañables y cercanos para todos. En ambos se contienen las vivencias más sinceras y más seguras para todo ser humano. El nacimiento y el desarrollo personal posterior en el caso de la madre y la apertura al mundo cultural en el caso de la maestra. Son dos elementos que nos permiten conceder para ellas un amor incuestionable y tratar de comprender sus defectos, sus limitaciones y sus arrugas.

En estos últimos años hemos comprobado los católicos cómo se han cargado las tintas sobre los pecados de nuestra Iglesia. Nos ha dolido al reconocer los fallos. Se ha pedido perdón reconociendo los puntos negros de su actuación. Ha de servir todo ello para purificar, para mejorar para presentar la santidad de la Iglesia, que es el sacramento, señal e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el linaje humano (LG 1). Los escritores primitivos ya recordaban a los fieles que la Iglesia es, al mismo tiempo, santa y pecadora y que, en ambas condiciones no se podía perder el amor y el reconocimiento de sus hijos y de sus discípulos. Me parece indiscutible esta actitud cuando se actúa del mismo modo con nuestras propias madres y maestras.

Os pido de nuevo que recéis por el Papa. Desde la convicción más profunda, desde el cariño más absoluto. Él representa la unidad de la Iglesia extendida por todo el mundo, metida en las raíces de todas las culturas y siempre ofreciendo la salvación de Jesucristo.

Con mi bendición y afecto.       

+Salvador Giménez, obispo de Lleida.