
[21-10-25] Santa Maria Maggiore, Santa María Mayor (II)
UN ESPACIO ESPECIAL PARA LA “MAMÁ” DE ROMA
En la amplia Capilla Paulina (así llamada porque en 1605 fue encargada por el papa Pablo V, Borghese, para su propia sepultura), situada en la nave o lado izquierdo, se encuentra la popular y muy venerada imagen pictórica de la Virgen María, Salus Populi Romani (“Protectora y Salud del Pueblo Romano”), siempre muy querida por el papa Francisco, por muchos otros Santos Padres y por todos los romanos, y que en realidad es un interesante icono bizantino (pintura sobre tabla de madera de cedro de 117 x 79 cm que representa a la “Virgen y el Niño”), y que la tradición, con un fundamento dudoso y hasta hoy impreciso, atribuye al evangelista San Lucas, patrón de los pintores; además, este la habría pintado sobre un trozo de madera de la misma mesa usada en la Última Cena de Jesús y los doce apóstoles. Esta “Salus” fue cuidadosamente restaurada en los Museos Vaticanos en 2018; su directora, la Dra. Barbara Jatta, considera que podría haberse pintado entre los siglos XI y XIII. Sin embargo, los expertos no se ponen de acuerdo sobre la cronología de esta obra de arte; según la razonada propuesta del prof. Gerhard Wolf, antiguo director del Kunsthistorisches Institut in Florenz, la pieza podría pertenecer a la Antigüedad Tardía, alrededor del siglo VI. De hecho, el papa San Gregorio Magno ya la llevó en procesión por Roma, implorando —y consiguiendo, con la ayuda de San Miguel de Castel Sant’Angelo— el fin de la mortífera Peste Negra, en el año 593.
LA SALUS POPULI ROMANI, “PROTECTORA Y SALUD DEL PUEBLO ROMANO”, Y MADRE ENTRAÑABLE DEL PAPA FRANCISCO
Curiosamente, la primera salida que realizó el papa Francisco, Bergoglio, el jueves 14 de marzo de 2013, recién nombrado Santo Padre, fue a la Basílica de Santa Maria Maggiore; y allí permaneció para orar en silencio y en solitario ante este famoso y antiquísimo icono de la Virgen María. En sus manos depositó el pontificado que acababa de estrenar, y le pidió que protegiera tanto al pueblo romano como a la Iglesia universal y al mundo entero; y poco después, el sábado 4 de mayo de 2013, regresó para bautizarla como la madre o la “Mamá de Roma”. Además, es la patrona de las exitosas Jornadas Mundiales de la Juventud.
UN DOLOROSO PERO MUY BELLO RECUERDO DE LA COVID-19
Todos recordamos al papa Francisco, en Roma, soportando la lluvia, arrodillado, en solitario, en la desierta Plaza de San Pedro, el viernes 27 de marzo de 2020. Con qué profunda devoción el Santo Padre pidió a la Salus Populi Romani y al también milagroso Crucifijo de San Marcelo, ambos excepcionalmente situados en la fachada de la Basílica de San Pedro, el fin de aquella mortífera pandemia de coronavirus, que segó la vida de más de 20 millones de personas en todo el mundo. Aun así, a las 6 de la tarde de aquel 27 de marzo, el papa Francisco repitió con convicción hasta seis veces: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?” (Mc 4,40). Y, al mismo tiempo, el Santo Padre suplicaba: “Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no tengamos miedo. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Nos repites de nuevo: ‘No tengáis miedo’ (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, descargamos en ti toda nuestra angustia, porque Tú cuidas de nosotros” (cf. 1 Pedro 5,7). Muchas gracias, papa Francisco, por esta filial súplica que sigue resonando en lo más profundo de nuestros corazones.
OTRA CAPILLA SIXTINA, MUY DIFERENTE DE LA DEL VATICANO
Sí, en la Basílica de Santa Maria Maggiore también hay una “Capilla Sixtina”, destinada a albergar los restos del papa Sixto V, Peretti (1521-1590). Pero este no es el papa Sixto IV, della Rovere (1414-1484), que levantó la famosa Capilla Sixtina de los Palacios Apostólicos del Vaticano, principalmente pintada por Miguel Ángel. La de Santa Maria Maggiore también se conoce como Capilla del Santísimo Sacramento y, más especialmente, según la voluntad expresa de Sixto V, como Capilla del Santo Pesebre (de la que hablamos en el siguiente epígrafe), situada en la nave derecha y completamente revestida de bellos mármoles policromos según el proyecto del buen arquitecto suizo Domenico Fontana en 1587, y de su discípulo homónimo, también suizo, Carlo Fontana. Aquí también se conserva el primitivo altar sobre el cual San Ignacio de Loyola, fundador de la ya citada Compañía de Jesús (los jesuitas), celebró su primera misa la noche de Navidad de 1538. Finalmente, en esta misma capilla también está enterrado el papa San Pío V, de la familia Ghislieri, de Milán.
LA MUY VISITADA CAPILLA DEL SANTO PESEBRE
Como decíamos, en esta Capilla Sixtina también se conservó una obra muy singular, muy querida y muy venerada: el antiguo Oratorio de Belén o la Capilla de la Natividad de Belén, en la que participó el famoso arquitecto y escultor florentino Arnolfo di Cambio, quien realizó en 1289 un pesebre escultórico por encargo del primer papa franciscano de la historia, Nicolás IV, justo 70 años después de celebrarse el primer belén viviente de la historia, aquel que San Francisco de Asís representó en Greccio (Italia) en la Navidad de 1223. Seguramente, el pesebre de Arnolfo di Cambio, de mármol (aún con pequeños restos de policromía), es el primer pesebre artístico de la historia, formado por las figuras de San José, la Virgen con el Niño, los tres Reyes Magos, el buey y la mula; es posible, sin embargo, que a este grupo de figuras marmóreas se le haya practicado alguna restauración en el siglo XVI.
¿CUÁL ES EL ORIGEN DE ESTA CAPILLA DE BELÉN?
En el año 644 llegó aquí, a Santa Maria Maggiore, un precioso regalo que el entonces Patriarca de Jerusalén, San Sofronio, hizo al papa Teodoro I, natural de Jerusalén: nada menos que la reliquia del Santo Pesebre o cunabulum del Niño Jesús. Sabemos que en aquellos tiempos los persas habían devastado muchos lugares asociados al recuerdo de la vida de Cristo. Sin embargo, el buen monje y teólogo San Sofronio entregó al papa cinco varas de madera de sicómoro procedentes del pesebre de Belén, junto con las vendas en que, según la tradición, fue envuelto el Niño Jesús. Todo ello se conserva hoy en el interior de un precioso relicario de vidrio, decorado con bajorrelieves de plata de claro gusto neoclásico, realizado por el arquitecto y virtuoso orfebre romano Giuseppe Valadier, a comienzos del siglo XIX. No en vano Santa Maria Maggiore (o la Basílica Liberiana) también ha sido llamada durante siglos Sancta Maria ad Praesepem, hasta el punto de haberse convertido en meta de peregrinos en cada Navidad. De hecho, sabemos que el papa Sixto III, en el siglo V, ya convirtió la basílica en un “Segundo Belén”, construyendo el mencionado Oratorio de la Natividad o del Pesebre, fiel reproducción de la gruta donde nació Jesús, realizado con piedras procedentes de Tierra Santa. Finalmente, siguiendo las normas del Concilio de Trento, el papa Sixto V trasladó en 1590 las preciadas reliquias del Pesebre a la cripta del altar mayor, bajo el baldaquino, donde también se halla el Altar de la Confesión. Ya lo veis, amigos y amigas, Roma, Città Eterna, nunca se acaba.
Ximo Company. Delegación de Patrimonio Artístico
Foto: Virgen con el Niño, Salus Populi Romani (“Protectora y Salud del Pueblo Romano”), icono bizantino del siglo XVI, capilla Paulina de Santa Maria Maggiore, Roma.