
[09-12-25] San Pietro in Vincoli: Basílica de San Pedro encadenado (III)
EL PERMANENTE TEMA DE LA INFIDELIDAD
Debemos reconocerlo, queridos peregrinos, nos cuesta mucho ser fieles y obedecer. Hemos de pedir a Dios nuestro Señor esta gracia: ser dóciles, ser fieles, ser obedientes. ¡Cuánto bien nos haría! ¡Cuánto avanzaríamos! ¡Con qué gran libertad nos moveríamos! De otro modo, aunque alguien quiera hacernos ver lo contrario, no somos felices.
EL BUEN MODELO DE MOISÉS
Mirad, Moisès, salvo por un pequeño desliz ocurrido al final de su vida (mencionado la semana pasada), fue siempre fiel y obediente; muy dócil y muy humilde (su única falta se narra en el Libro de los Números 20:12, cuando se escribe que “el Señor dijo a Moisès y a Aarón: Vosotros no habéis tenido suficiente confianza en mí, no habéis manifestado mi santidad ante los israelitas. Por eso, no haréis entrar a esta comunidad en el país que yo les doy”). Con todo, sabemos que Moisès, obediente a Dios, había liberado al pueblo israelita de la esclavitud egipcia, y que recibió de manos de Dios el mencionado Decálogo (los Diez Mandamientos) que durante más de tres mil años ha constituido —y constituye— la brújula, o el código de circulación ciudadana más fiable y completo de la cultura occidental e incluso de la historia de la humanidad. En realidad, más que hablar de “diez mandamientos”, que suenan como una especie de severas imposiciones, deberíamos hablar de “diez meridianos e infalibles signos y vías de libertad”. Porque, al fin y al cabo, cumplir bien estos “mandamientos” nos conduce a la auténtica libertad y a la felicidad, plena, plenísima; una libertad y una felicidad que nadie jamás podrá arrebatarnos.
DÓCILES, SÍ; PERO TAMBIÉN CON CRITERIO Y AUTORIDAD CUANDO CORRESPONDA
Aun así, Moisès no pudo contener su arrebato de cólera y de terribilità, ante la inconstante fe de su pueblo. Y Miquel Àngel, un escultor excepcional, lo representó como nadie, sobre todo en el rostro encendido y colérico de Moisès, esta viva escena, este “terrible” momento en el que Moisès, penetrado por Dios y con el rostro iluminado por los rayos de la luz divina, reprobó, con el arrebato de sus ojos y con la poderosa torsión y convulsión de su cuerpo, la laxitud y relajación moral de su pueblo. ¡Qué gran lección! Además, al terminar Miquel Àngel esta excepcional escultura, le pidió a su Moisès de mármol que se le revelara: “¡Vamos, ahora, háblame!”.
MOISÈS, UN ROSTRO ILUMINADO POR DIOS
A veces, amigos y amigas peregrinos, no se ha explicado suficientemente el verdadero significado de los cuernos que vemos en el rostro de Moisès. ¿Qué significan? Todos lo preguntan, pero no siempre recibimos una respuesta adecuada. Mirad, eso de los cuernos de Moisès se debe a una mala interpretación de la laboriosa y muy útil traducción al latín que hizo San Jerónimo en el siglo IV de la Biblia escrita en hebreo: Tanakh, y en griego: la Septuaginta, también conocida como la Biblia de los Setenta, traducida del hebreo entre los siglos III y II antes de Cristo en Alejandría, en el actual Egipto. En cualquier caso, San Jerónimo realizó una obra magna y muy bien hecha, la Biblia Vulgata, en latín, que en aquel tiempo podía ser entendida por todos. Sabemos, además, que San Jerónimo dominaba el griego, mientras que sus conocimientos de hebreo eran más rudimentarios, aunque se trasladó a vivir a Belén para aprender mejor el idioma.
En resumen, en el Éxodo, 34:29-35, se narra el momento clave del rostro de Moisès: “Quod cornuta esset facies sua”, que literalmente podría traducirse por “que su rostro era cornudo”, pero que en realidad responde a “un rostro del que emanaban rayos de luz”, la luz de Dios, la luz de la verdad y de la divinidad.
De todos modos, el error en la traducción es comprensible porque la palabra “karan” en hebreo puede significar a la vez “rayo de luz” o “cuerno”. Digamos, finalmente, que la Biblia Vulgata fue oficializada por el Concilio de Trento (1545–1563) y que ha resultado muy útil hasta nuestros días. El nombre de Vulgata deriva del que le dio el mismo San Jerónimo en la primera edición: Editio Vulgata, que quiere decir “edición para ser divulgada”.
RAQUEL Y LEA, ESPOSAS DE JACOB
Actualmente, a la derecha de Moisès vemos a Raquel, símbolo de la vida contemplativa; y a su izquierda está Lea (o Lia), símbolo de la vida activa; ambas eran hermanas, hijas del personaje bíblico Labán, y esposas del patriarca Jacob (Gn 29,16-17). Ambas figuras, suaves y bastante reposadas, compensan la terribilità de la figura de Moisès.
UNA MOLE DE MÁRMOL INMENSA
Originalmente todo este conjunto escultórico debía tener unas cuarenta estatuas, entre ellas los famosos esclavos del Louvre y de la Galería de la Academia de Florencia, pero al morir el Papa Julio II sus familiares decidieron que algunos restos de este mausoleo se depositaran en San Pietro in Vincoli, iglesia en la que precisamente Julio II había sido cardenal. No vemos, pues, el mausoleo completo tal como el papa encargó a Miquel Àngel, pero basta con la grandeza de esta imponente estatua de Moisès para que esta basílica romana sea muy famosa y de visita obligada.
UN BUEN DOMENICHINO
Permitidme que termine nuestra visita a San Pietro in Vincoli mencionando una buena pintura al fresco que se encuentra en la sacristía, realizada en 1604 por el boloñés Domenico Zampieri, llamado Domenichino (“pequeño Domenico” por su escasa estatura), que representa la “Liberación de San Pedro”.
Las Sagradas Escrituras explican que fue un ángel quien liberó las cadenas de San Pedro. Es una muy buena pintura del primer barroco romano, inspirada en el mismo tema que Rafael pintó en las Estancias del Palacio del Vaticano entre 1508 y 1524.
Ximo Company. Delegació de Patrimoni Artístic
Foto: Basílica de San Pietro in Vincoli, Roma, siglo V, ampliamente reformada en el Renacimiento, el Barroco y durante el siglo XIX. Detalle del Moisès de Miquel Àngel Buonarroti (c.1510-1545); vemos perfectamente las cornuta facies de que habla San Jerónimo en su Biblia Vulgata (s. IV), y que son expresión de los rayos de la luz de Dios, la luz de la verdad y de la divinidad que siempre iluminó los acertados criterios de Moisès. A su derecha vemos a Raquel, símbolo de la vida contemplativa y esposa del patriarca Jacob (Gn 29,16-17).
