Queridos diocesanos:

Una de las características de la sociedad actual es la preocupación por la comunicación entre los seres humanos. Seguramente ha sido siempre así. Desde que se conoce la huella del hombre sobre la tierra abundan los instrumentos que han servido para sus relaciones llevando un bastón en las manos para sacudir o pintando un corazón en las paredes de las cuevas o en los troncos de los árboles para mostrar el amor mutuo. Pero ahora todo parece contar con una exageración más abultada. Por las calles constantemente se ven personas con el teléfono pegado a los oídos que se comunican con otras gentes para saludarse, para gestionar un negocio o para interesarse por la salud. No digamos la cantidad de horas utilizadas delante de las pantallas, tabletas o aparatos de radio para recibir información y estar bien comunicados con el universo mundo.

Como todos los productos hechos por las manos y la inteligencia del ser humano estos procedimientos comunicativos contienen al mismo tiempo ventajas y peligros en su utilización; depende de la actitud de cada cual ante los instrumentos que nos proporciona la ciencia para permitir un mejor bienestar en su vida o para pervertir sus propias conductas o costumbres. Todo depende. Como decía socarronamente un amigo de mi padre, que intermediaba en la compraventa de inmuebles y fincas, cuando le preguntaban por el valor de determinado bien; nunca señalaba el precio, siempre dependía del interés mostrado por el vendedor o por el comprador.

Digo todo esto para valorar en su justa medida la importancia de los medios de comunicación en una sociedad como la nuestra que se precia de abierta, democrática y respetuosa con todo y con todos. La línea roja queda fijada en la dignidad de la persona con los derechos humanos como soporte o con el Evangelio como fundamento vital y también en la búsqueda de la verdad y la repulsa de la mentira. Y lo digo uniéndome al sentir de la Iglesia con motivo de la celebración el próximo domingo de la 58ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Coincide con la solemnidad de la Ascensión del Señor quien en su despedida decía a los discípulos que se encargaran de transmitir al mundo entero su mensaje y su obra. Desde aquel momento una de las misiones fundamentales del cristiano es la comunicación del Evangelio a los demás porque le da sentido y felicidad a sus vidas mostrando el inmenso amor de Dios a sus criaturas.

La Iglesia ha estado siempre cerca de los medios porque en lo sustancial se equipara a su función elemental: dar a conocer hechos, comunicar opiniones y conformar un estado determinado de referencia social. A veces se ha lamentado de los excesos que han producido algunas noticias negativas pero siempre ha valorado la búsqueda de la verdad y la denuncia de las injusticias.

El Mensaje del Papa para esta Jornada dice: “Inteligencia artificial y sabiduría del corazón: para una comunicación plenamente humana” Inicia su escrito con una pregunta: ¿Cómo podemos seguir siendo plenamente humanos y orientar hacia el bien el cambio cultural en curso? Continua abogando por comenzar el recorrido desde el corazón para aumentar las referencias amables y para evitar que la riqueza tecnológica actual prive de humanidad las relaciones sociales. Sigue alertando de los peligros y la oportunidad de la llamada inteligencia artificial anteponiendo siempre el crecimiento integral humano. Termina con unas preguntas punzantes que nos ayudan a la reflexión para afirmar que “corresponde al hombre decidir si se convierte en alimento de algoritmos o en cambio sí alimenta su corazón con la libertad sin la cual no crecería en sabiduría”.

Gracias a todos los comunicadores y empresas por la busca de la verdad y apoyo a la libertad.

Con mi afecto y bendición,                                  

+Salvador Giménez, obispo de Lleida.