Queridos diocesanos:
Durante los últimos años se ha intensificado entre las comunidades católicas la recomendación de leer o escuchar la Palabra de Dios. Algunos me diréis que siempre ha sido así por la importancia radical que ha tenido en la historia el estudio de los libros bíblicos. Acepto lo segundo pero respecto a la primera afirmación podéis comprobarlo en la gran cantidad de iniciativas de nuestra diócesis que se han creado en parroquias, centros educativos o reflexión en el interior de grupos apostólicos. Explicaciones de expertos biblistas, cursos de lectura de la Biblia, cursillos de formación para catequistas, programas de la asignatura de religión, edición de libros y estudios sobre la Biblia… Muchos lectores habéis participado con gusto en determinadas iniciativas. Os animo a continuar por ese camino o también a empezar esa culta trayectoria que os llenará de satisfacción, de sabiduría y de espiritualidad. Todos sabéis que el Concilio Vaticano II (1963-65), recogiendo el impulso de los anteriores concilios de Trento y del Vaticano I, dedica una Constitución a la Palabra de Dios. Las otras tres fueron sobre la Iglesia, sobre la Liturgia y sobre la Iglesia en el mundo actual. Hay otros muchos documentos que fueron aprobados por el conjunto de los obispos bajo la presidencia del Papa pero ahora interesa señalar la mencionada Constitución, de donde tomo la siguiente cita: “Así pues, esta Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura de uno y otro Testamento son como el espejo en el que la Iglesia, peregrina en la tierra, contempla a Dios, de quien todo recibe, hasta el día en que sea conducido a verlo cara a cara tal como es” (Núm. 7).
Coincide estos días dos propuestas con la misma finalidad. Una, la del papa Francisco, que ha instituido el tercer domingo del tiempo ordinario (este año, el 21 de enero) como el de la Palabra de Dios. Otra, la de los obispos con sede en Cataluña, que han aceptado la sugerencia de la Asociación Bíblica de dedicar una semana completa a la Biblia y que lleva realizándose en los últimos años con mucho provecho. Se programó para mediados de noviembre con el fin preparar de forma adecuada el tiempo del Adviento. Desde el año 2019 se han unido ambas propuestas redoblando, si cabe, el anuncio de la importancia de la Palabra en la vida cristiana.
En la propuesta de los obispos se organizan diversas actividades, abiertas a todos los sectores sociales en cada diócesis. En la nuestra se invita a todos al acto del próximo día 25, a las 6 de la tarde en la iglesia de S. Llorenç para participar en una lectura bíblico-artística del retablo de S. Pedro.
En la propuesta del Papa hay un cartel, un mensaje orientativo sobre la mencionada Jornada, una invitación al estudio, reflexión y oración de la Palabra y nos ofrece un lema que resume el sentir de este tema para el año actual. “Permaneced en mi Palabra” (cf. Jn 8,31) escribe el evangelista que pone en boca del Señor. Es una frase que se acerca a un mandato a fin de que todo seguidor suyo pueda quedarse dentro de ella, al mismo tiempo guardarla y cumplirla ya que esa Palabra orienta y fundamenta su vida personal y comunitaria. Para ello es preciso que el cristiano la tenga físicamente cercana pero, sobre todo, interiormente para que le conceda la fortaleza de identificarse con Él y convertirse a la bondad, a la alabanza, a la justicia, a la transparencia, a la autenticidad.
Esta reflexión me empuja a pedir vuestras oraciones para la unidad de todos los cristianos. Cada año, del 18 al 25 de enero, los cristianos de la Reforma, los de la Ortodoxia y los católicos celebramos el Octavario para la Unidad poniendo nuestro esfuerzo en suplicar la gracia de Dios para conseguirlo. En nuestra diócesis está programada la actividad con este fin en la parroquia de san Pedro. La Palabra de Dios es un factor imprescindible para favorecer la deseada unión.
Con mi bendición y afecto
+Salvador Giménez, obispo de Lleida
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