Queridos diocesanos,
Con gran tristeza, pero también con profunda gratitud al Señor, me dirijo a vosotros en nombre de toda la diócesis de Lleida ante la muerte del Santo Padre, el Papa Francisco, este lunes 21 de abril de 2025, a los 88 años, en la Ciudad del Vaticano. Desde el primer momento de su pontificado, el 13 de marzo de 2013, el Papa Francisco ha sido un signo vivo de misericordia, cercanía y renovación para toda la Iglesia y para el mundo.
Jorge Mario Bergoglio, el primer papa latinoamericano y el primero de la Compañía de Jesús, nos ha dejado un legado imborrable. Su manera de ser, humilde, sencilla y profundamente evangélica, ha tocado el corazón de creyentes y no creyentes de todo el mundo. Su sonrisa, su palabra clara, su denuncia profética de las injusticias y su firme voluntad de poner a los pobres en el centro del camino cristiano han sido una luz en medio de las tinieblas de nuestro tiempo.
El Papa Francisco ha encarnado el Evangelio con gestos cotidianos y valientes. Ha abierto puertas que llevaban tiempo cerradas, ha hecho de la acogida una bandera y ha promovido una Iglesia "en salida", capaz de abandonar sus propias seguridades para llegar a las periferias, tanto geográficas como existenciales. Su anhelo de renovación no ha sido un proyecto teórico, sino una llamada constante a la conversión personal y comunitaria, con una atención especial a la sinodalidad, al diálogo y a la inclusión.
Entre los grandes legados que nos deja, destaca el Sínodo sobre la Sinodalidad, que ha marcado un camino abierto hacia una Iglesia más participativa, atenta y corresponsable. Esta iniciativa, que sigue dando frutos, ha implicado a miles de fieles de todos los continentes en una reflexión conjunta sobre cómo caminar juntos como Pueblo de Dios. La sinodalidad no ha sido para él una moda o una nueva estructura, sino una forma profunda de vivir el Evangelio, desde la escucha del Espíritu y de los hermanos.
También hay que destacar su apuesta por una espiritualidad centrada en la alegría del Evangelio, tal como expresaba ya en su primera Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium. Esa alegría ha sido el hilo conductor de muchos de sus escritos y gestos, así como el eje central del Año Santo que él mismo había convocado para 2025: el Jubileo de la Esperanza. Con este jubileo, el Papa Francisco quería invitar a toda la humanidad a levantar la mirada con confianza, a pesar de las crisis globales, y a redescubrir la esperanza cristiana como fuerza transformadora del mundo. Resulta especialmente significativo que el Papa nos haya dejado precisamente durante este Año Santo.
En este momento de duelo, elevamos nuestra oración por el eterno descanso del Papa, dando gracias a Dios por su vida y su ministerio. Que su alma descanse en la paz del Señor a quien tanto amó y anunció. Y que su memoria siga inspirándonos a ser una Iglesia humilde, cercana, misionera y sinodal, tal como él soñaba.
Desde el Obispado de Lleida, nos unimos a toda la Iglesia universal en este momento histórico. Invito a todos los fieles a participar en las celebraciones litúrgicas que ofreceremos en sufragio del Papa Francisco, y a seguir orando por el nuevo camino que el Señor abrirá para su Iglesia.
Con mi bendición y afecto
+Salvador Giménez, obispo de Lleida.
(Este artículo apareció publicado en la prnmsa el 22 de abril, el día siguiente de la muerte del Papa Francisco. Hemos querido reproducirlo aquí para que quede constancia de él en el Full Dominical de la diócesis)
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