Prevere
Martir / Beat / Sant

Nacido en Cinctorres (Castellón) el 12 de marzo de 1867, de joven escogió el altar, estudió en el Seminario de Tortosa y fue ordenado sacerdote el 23 de mayo de 1891. Fue en ese obispado donde inició su tarea pastoral como vicario de Vinaroz y consiliario de Juventud Católica.

A los 24 años ganó por oposición la canonjía magistral del capítulo de Tortosa. Presidió también la comisión organizadora del cincuentenario de la proclamación del Dogma de la Inmaculada Concepción. Llegó a Lleida en 1905 al ser nombrado canónigo de nuestra catedral de la que fue chantre. Aquí se quedó para siempre.

 Fallecido el Obispo Ruano, fue designado Vicario Capitular en tiempos de “sede vacante”, y al llegar el 1914 el nuevo Obispo, Miralles, le nombró Vicario General y Provisor de la Diócesis, cargo en el que fue ratificado por sus sucesores los obispos Irurita y Huix. En 1935 fue elegido también Decano del Capítulo. Realizó una gran labor. Hombre de oración y de acción, muy inteligente, humanista de la cabeza a los pies, trabajador incansable, de carácter dialogante y siempre de buen consejo, era tenido por santo y sabio.

 A primeras horas del 20 de julio de 1936 ofició aún misa en la Catedral para refugiarse seguidamente en su domicilio donde, pasado mediodía, fue detenido por un grupo de milicianos que lo condujeron a la Comisaría de Orden Público de la Generalitat, situada entonces en el Palacio de la Diputación, desde donde pasó a la cárcel en la que estuvo hasta el 25 de agosto. Dio ejemplo con su conducta hecha de firmeza y caridad. Fueron muchos los que encontraron en él consuelo y paz.

 El 25 de agosto fue sacado de la prisión y fusilado. Ese día llegó a Lleida, de paso hacia el frente de Aragón, la columna anarquista de Durruti y, después de incendiar la Catedral, quisieron también prender fuego a la cárcel, lo que se evitó entregándoles veinte detenidos. En el momento de hacer la selección Rafael García fue uno de los veinte después de haber confesado con valentía su condición de sacerdote y ofrecerse voluntario. Los llevaron hasta el inicio de la explanada del “Campo de Marte”, rodeados por gente que les hacía objeto de malos tratos de palabra y de obra. Fueron asesinados en el espacio que forma hoy el cruce de las calles San Martín y Campo de Marte.