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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
Autoria
Producció
Fecha publicación: 
Dom, 03/30/2014
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Uno de los dos objetivos prioritarios que nos marcamos para este curso fue "Dar prioridad a la lectura creyente de la Biblia para revitalizar la fe" y una forma de profundizar la Palabra de Dios es la llamada lectio divina que, como muchos ya saben, es un itinerario en cuatro etapas: lectio, meditatio, oratio y contemplatio. Este tiempo litúrgico puede ser un buen momento para practicarla.

Primero leemos un pasaje de la Biblia varias veces, y nos preguntamos "¿Qué dice el texto en sí mismo?". Hay que leer de manera atenta y respetuosa, parándose y reposando sobre el texto; queriendo descubrir el mensaje de fe, el camino que está invitando a hacer. Ojalá la lectura personal se pudiera complementar con la comunitaria, sumando los diferentes carismas y sensibilidades para descubrir con más plenitud la riqueza del mensaje.

Luego viene la meditación de lo que hemos leído, creando recogimiento en nuestro interior, poniéndonos a la escucha como Samuel (1S 3,10) y preguntándonos ante el espejo de la Palabra: ¿Qué me dice este texto? De esta manera interiorizamos y profundizamos en la propia vida, dejándonos interpelar por la Palabra y buscando descubrir el mensaje del texto para nuestra situación personal, comunitaria y social. Porque nosotros no leemos la Biblia para saber más sobre ella o por curiosidad sino para entender nuestra vida. En sus páginas no hay recetas, sino pistas fundamentales para orientar nuestra existencia y esto pide una mirada penetrante sobre las cosas que nos pasan a nosotros y a la gente que nos rodea. Jesús resucitado sigue haciéndose presente en el camino de la vida, en las Escrituras, en la fracción del pan y en la comunidad.

El tercer paso es la oración, dirigiéndonos explícitamente al Dios que nos ha hablado. La pregunta es: Este texto ¿qué me lleva a decirle a Dios? Respondemos con la súplica, la acción de gracias, la alabanza... completando así el diálogo que él mismo comienza. Porque escuchamos a Dios cuando leemos su Palabra y le hablamos cuando le dirigimos nuestra oración, presentándole nuestra disposición a fin de que quiera transformar nuestros pensamientos y nuestras acciones.

Llegamos así a la contemplación activa, dejándonos afectar en nuestro interior por la presencia de Cristo, y preguntándonos "¿Qué hay que hacer ahora para realizar esta Palabra en la vida de cada día?". La lectura de la Biblia es una lectura comprometida, tiene como meta la vida, la nuestra y la de los demás. Al descubrir su mensaje dejándonos interpelar, la Palabra de Dios nos da un impulso para la vida y nos abre un camino de conversión. Dios se nos da a conocer con la experiencia del corazón. Contemplemos, pues, con serenidad su misterio.

La lectio divina es un encuentro con la Palabra en cuatro etapas vividas con el espíritu del Salmista: "Su palabra da luz a mis pasos, luz que me ilumina en el camino" (Sal 119 [118], v.105).

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida