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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 02/03/2013
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El Evangelio nos presenta el encuentro con Jesús como una experiencia de amor, como una especie de flechazo. Jesús primero conquista el corazón: llama a los pescadores que están arreglando las redes, a la samaritana que saca agua del pozo, al recaudador de impuestos, al rico curioso que se encarama a un árbol... Y estos y tantos otros siguen a Jesús porque sienten una atracción irresistible hacia Él y, al igual que Él, buscan a Dios y sirven al prójimo. Eso sí, no pueden prescindir de una relación vital con Él.

El programa prioritario y fundamental para un cristiano será siempre este seguimiento de Jesús encarnando sus sentimientos y actitudes en cada situación. Y este estilo debe ser más evidente para los miembros de la Vida Consagrada, a los que se les pide seguir a Jesús "más de cerca", reproduciendo su entrega al Padre Dios y a los hermanos. Esto supone la gracia de experiencias intensas y continuadas de relación personal con Jesús, alimentadas permanentemente con un verdadero contacto con la Palabra de vida (Jn 6, 68). No hay mejor fuente para beber.

Es en estas coordenadas donde se puede vivir apasionadamente y en función de lo que Jesús llama "el Reino de Dios", orando y trabajando para su venida. La Iglesia, y en ella la Vida Consagrada, no tiene otra meta que el Reino. No vivimos para nosotros mismos. La vida de las comunidades cristianas no puede girar sólo en torno a la preocupación por su mejor funcionamiento, ni siquiera por el testimonio a dar. Su verdadera finalidad es el crecimiento del Reino de Dios, cuyo sentido hay que descubrir cada vez mejor para confrontar la vida con él.

Por ello, la vida de las comunidades de vida consagrada y todo aquello que realizan habrá que vivirlo en función del Reino, queriendo servir mejor a su crecimiento, conscientes de que el Reino no es algo "prefabricado" sino algo totalmente nuevo que Dios realiza en el mundo y sólo Él puede llevarlo a plenitud. Es la razón por la cual rogamos con toda la comunidad eclesial diciendo: "Venga a nosotros tu Reino".

Es así como los miembros de las comunidades de vida consagrada seguirán a Jesús "más de cerca": Él habla del Reino, vive para el Reino, le consagra toda su existencia, anteponiéndolo a cualquier otra cosa. Siguiendo este ejemplo, los consagrados y consagradas, rodeados de grupos humanos y circunstancias plurales, habrán de salvaguardar la libertad evangélica. Libres para el Reino, libres para estar verdaderamente al servicio de la persona, favoreciendo todo aquello que pueda mejorar las condiciones de vida, sin mesianismos y poniéndose, como Jesús, al servicio de los pobres.

Doy gracias a Dios por los consagrados y consagradas que caminan en nuestra Iglesia diocesana, compartiendo condiciones de vida, luchas, penas y alegrías de los hermanos y, con debilidades propias de todo lo humano, hacen presente el Evangelio del Reino.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida