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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 02/16/2014
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Así como en otro tiempo Israel peregrinaba por el desierto, ahora los seguidores de Jesús debemos tener muy claro que no es un eufemismo hablar de una "Iglesia en marcha", es algo constitutivo de la propia identidad. Esto nos pide aceptar el devenir como una dimensión propia y esencial. Siempre estamos en camino hacia la ciudad futura.

Del hecho de que la Iglesia sea peregrina, el Concilio Vaticano II deduce que es "imperfecta", que debe tomar conciencia de su relatividad en muchos aspectos -puesto que únicamente el Señor es Absoluto-, y que hay que vivir en continua renovación, en búsqueda permanente y en actitud de escucha del Espíritu y de sus exigencias cada día (cfr. Lumen Gentium 2 y 39).

Sin embargo esta provisionalidad constitutiva no se debe ver como huida del mundo sino, por el contrario, como algo que debe hacer más vivas las responsabilidades y que debe estimular en nosotros, cristianos, una gran solicitud para el trabajo presente y, aún más, sabiendo que condiciona nuestra propia salvación eterna (cfr. Gaudium et Spes 21 y 43). La Iglesia (y todos sus miembros) se encuentra "en” el mundo y no ha sido sacada fuera de su propia realidad humana.

Precisamente esta misma historicidad es la que nos impone vivir en un régimen de velos, de oscuridad, de distancias, de aprendizaje, de etapas intermedias, de demora, de progresividad, de caminos a recorrer. Es la condición propia de todo lo temporal y, en el caso de la Iglesia, es lo propio de un pueblo portador de Dios, que ha de difundir y hacer visible su Misterio a través del tiempo como una mediación o "pueblo sacramental". Por eso también la necesidad de su "visibilidad" institucional, limitada e imperfecta, signo y velo al mismo tiempo, funcional pero necesaria (cfr. Lumen Gentium 9 y 48).

Animo a todos los bautizados a seguir caminando como peregrinos que saben que aún no han llegado a la meta y, por ello, de ninguna manera nos podemos instalar en ideas o prácticas religiosas inamovibles, actitudes inflexibles y formas de vida que no admiten revisión o puesta en crisis. Un cristiano o un grupo que cree en Jesús debe cuestionarse de manera permanente ya que, por voluntad de Jesús, forma parte de "un pueblo en camino", en marcha hacia la plenitud. Un pueblo de pecadores, de peregrinos que ya se saben regenerados por la Muerte y Resurrección del Señor, aunque todavía no han llegado a la etapa definitiva.

El Papa Francisco no cesa de insistir, con gestos y palabras, en la necesidad de que todos y cada uno de los miembros de la Iglesia, y todas nuestras estructuras e instituciones, adoptemos una actitud de discernimiento y conversión permanente. Esto implicará, en la vida y en la misión de la Iglesia, una toma de posición clara, precisa e inequívoca, sobre la primacía absoluta de los valores evangélicos.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida