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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 04/05/2015
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El tiempo pascual comprende siete semanas, cincuenta días vividos y celebrados como un todo. Es el tiempo más fuerte y significativo del año litúrgico: celebramos el Paso (Pascua) de Jesús a una nueva forma de existencia. Ha entrado definitivamente en la esfera del Espíritu y vive para el Proyecto del Padre. Y lo ha hecho como Cabeza de la nueva humanidad, convirtiéndose en modelo y prototipo de lo que la comunidad de sus creyentes está llamada a hacer: desarrollar en la historia y actualizar en nosotros la Pascua de Jesús.

La plenitud y cumplimiento del hecho inaugurado en la Noche Pascual es Pentecostés. Es el Espíritu de Jesús el que vive y está presente entre nosotros hoy y ésta es la clave para entender la vida cristiana en todos sus aspectos: la comunidad cristiana encuentra verdaderamente su razón de ser y el sentido de su existencia en esta presencia viva, personal, aunque invisible, que nos va guiando en nuestra vida y misión.

El tiempo de Pascua es un tiempo especialmente propicio para que los bautizados seamos signo claro del Cristo viviente y para redescubrir su presencia viva en la comunidad cristiana reunida ("Donde dos o tres se reúnen en mi nombre..."); en la escucha de la Palabra ("¿No abrasaba nuestro corazón cuando..."); en la celebración eucarística ("Lo conocieron al partir el pan"); en la vida entregada en solidaridad ("Lo que hicisteis al más pequeño de estos hermanos conmigo lo hicisteis..."); en los signos de los tiempos y en la historia ("Yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación de los tiempos").

Es el tiempo propicio para profundizar en la iniciación o reiniciación cristiana: nuestras celebraciones y sacramentos son encuentro personal con Cristo, que vive. Celebrar en tiempo pascual las Primeras Comuniones, la Confirmación, la Unción de enfermos... tiene su fundamento y sentido, no es sólo una costumbre: estas celebraciones enmarcadas en el misterio Pascual ponen de relieve el paso del Señor (la Pascua) que vive y actúa "significativamente" en los sacramentos.

Incluso la piedad popular ha encontrado, en los últimos decenios, y como natural culminación del Viacrucis, la práctica del llamado "Vía Lucis" (Camino de la luz): la meditación orante del misterio glorioso del Señor, que comprende desde la Resurrección hasta Pentecostés. La espiritualidad cristiana ha estado durante años más centrada en la cruz y muerte de Jesús que en su resurrección; más en el Viernes Santo que en el Domingo de Pascua. Muchos cristianos todavía se fijan sólo en la Cruz y se olvidan que Jesús hoy vive. Como explica el libro de los Hechos de los apóstoles, el final no ha sido el sepulcro. Jesús con su Resurrección triunfa sobre el pecado y sobre la muerte. Y, después, todavía dedica un tiempo a devolver la fe y la esperanza a los suyos con encuentros sorprendentes llenos de intimidad y ternura. Es la etapa de reflexión y oración de la comunidad en torno a María, que los dispone a recibir la fuerza del Espíritu Santo capacitándolos para cumplir la misión que el Maestro les ha confiado.

Recibid el saludo pascual de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida