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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 04/06/2014
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Acercándonos a las celebraciones de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo encuentro oportuno que los bautizados nos preguntemos a fondo cuál será el camino a seguir para una purificación que sea una verdadera transformación cualitativa. Estamos llamados a ser perfectos como nuestro Padre Dios y no basta con prepararnos y participar en una celebración sacramental de la Penitencia. Los consejos y planteamientos de Jesús en el Evangelio nos piden ir más allá.

Está claro que recibimos el perdón sacramental, pero no de forma automática. En el Evangelio vemos que Jesús perdona, pero no sin más: perdona porque ha encontrado la humildad del corazón, porque ha encontrado la verdad en la actitud. Una verdad que está en el fondo del ser humano, más allá de todas las apariencias, y que sólo Él sabe discernir.

El Señor lee en los corazones, sabe lo que hay en nuestro interior y su medida es la Misericordia. Jesús hace presente al Dios que no hace acepción de personas ni juzga por las apariencias. Por eso come con los publicanos y pecadores, escandalizando a los que se creen justos, y manifiesta predilección por los pobres y los que son despreciados debido a la categoría en la que se les clasifica. El enviado de la Misericordia de Dios ha venido a salvar y no juzgar. El fundamento de nuestra esperanza es la Misericordia.

Acerquémonos al Señor con toda confianza. Él es el Dios de la Vida, no el Dios de la muerte. ¡Quiere la vida! Quiere la vida del pecador y no su muerte. Vayamos hacia Él con total confianza, pero también con voluntad de conversión. Aceptemos y confesemos nuestra realidad deficiente sin componendas y agradezcamos el perdón recibido reaccionando con una nueva manera de vivir.

Sin olvidar otra cosa que Jesús dejó bien clara: la alegría del cielo cuando un pecador se arrepiente. Recordemos la alegría del pastor que encuentra la oveja perdida o la de la pobre mujer que encuentra por fin la dracma extraviada. Contemplemos el gozo del Padre del hijo pródigo organizando la gran fiesta por el regreso de su hijo. ¿Por qué no darle otra vez a nuestro Señor ocasión de alegrías parecidas?

La Misericordia de Dios no es debilidad o simplemente piedad generosa con el pecador. Es la mirada profunda de Aquel que nos conoce a fondo y ve nuestra realidad con el amor del Creador a su obra o del Redentor a la criatura redimida. Es lo que hay detrás de la conmovedora petición del crucificado: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen".

Procuremos hacer todo lo posible para vivir en la alegría de la esperanza, en la certeza de quien se sabe amado y salvado. Y eso, aunque estemos cansados ​​de experimentar tantas veces las mismas limitaciones o de repetir siempre las mismas cosas en la Confesión. Ésta es nuestra verdad, que no es impedimento para volver a empezar, retomando el camino de seguimiento de Jesús, el camino de la santidad.

Cuando acudamos al Sacramento de la Penitencia mirémosle a Él, no a nosotros, conscientes de que vamos al encuentro del amor misericordioso de Aquel que, para hacer un santo, sólo necesita un pecador.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida