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Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
Autoria
Producció
Fecha publicación: 
Vie, 05/29/2020

Queridos diocesanos:

 

En el pueblo cristiano el mes de mayo ha sido especialmente significativo para dirigirse a la Virgen María. Admirando su valentía en el sí de la Anunciación, orando con ella, siguiendo sus pasos en el camino de la santidad. En todas las épocas de la historia los cristianos han encontrado en la Madre de Jesús el destino de sus escritos, en prosa o en verso, el objeto de sus consideraciones teológicas o los cantos e himnos más entrañables de sus poblaciones.

 

El papa Francisco empezó este mes de mayo con una brevísima carta dirigida a todos en la que nos aconsejaba la cercanía y la oración con y a María, nuestra Madre, en el rezo del Rosario. Añadía dos oraciones y nos invitaba a repetirlas diariamente tras la experiencia trágica de la pandemia que todo el mundo ha sufrido en los últimos meses. En una oración decía:

 

“¡Oh, Virgen María!, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma”

“Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias”

“Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas y que abra sus corazones a la esperanza”

“Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios…”

En la segunda oración clamaba: “A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos, que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe”

 

En mi caso, al terminar el mes de mayo, deseo reiterar a todo el pueblo cristiano la importancia de la oración en cualquier circunstancia, feliz o trágica. Todos reconocemos las tres notas indispensables con las que se caracteriza la dimensión orante de toda persona: Fe en un Dios personal, vivo; fe en la presencia real de Dios; y, tercera, confianza en que el Dios que nos ha hablado, y sigue revelándose, escuchará nuestra oración. Así nos lo dice el Maestro, quien, a petición de los discípulos, les enseñó el Padre Nuestro. Además de sus palabras mostró una actitud permanente de oración, de silenciosos retiro, de conversación con el Padre. Y la perfecta discípula de sus enseñanzas y seguidora de sus actitudes fue su Madre, que nos la regaló para que nos protegiera, nos recordara la oración e intercediera por nosotros. 

 

La presencia de la Virgen María en medio del pueblo cristiano ha sido potente y dulce a lo largo de la historia con un sinfín de advocaciones que la han situado en el corazón de cada uno de nosotros. No nos cansemos de buscar su intercesión para que nuestras peticiones, nuestras alabanzas y nuestros agradecimientos lleguen al Señor. Han sido unos meses muy complicados en los que hemos percibido el temor, el sufrimiento, el consuelo y la esperanza en muchos rostros de nuestro entorno. Acudid siempre a la Virgen. Ella atenderá las súplicas y allanará el camino de las dudas, de las incertidumbres y abrirá el horizonte de la fraternidad.

 

Con lágrimas en los ojos empezábamos el mes con la evocación a nuestra Patrona, la Virgen de Montserrat en una catedral vacía pero con los corazones llenos de devoción y de súplica. La vida continúa. Que nuestras oraciones sean constantes hacia los difuntos, los enfermos y sus familias; los cuidadores, las autoridades… “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios”.

 

Con mi bendición y afecto.                                   

 

+Salvador Giménez, obispo de Lleida.