Diversos
Lloc de naixement: 
Jijona (Alicante)
Anys naixement-defunció: 
1888 a 1936
Martir / Beat / Sant

El padre Carbonell es el fraile próximo, cercano, jovial, humilde, pulcro, entrañable, nacido para ser amigo, para hacer amigos. Educó en la bondad, predicó infatigablemente, gobernó desde la cercanía. Leal al hombre, leal a Cristo hasta la muerte, como muy fiel a sus obligaciones. Sus amores fueron la Eucaristía y María santísima. 

Nació en Jijona, Alicante, el 20 de diciembre de 1888, hijo de Tomás y María, que lo cristianaron el inmediato día 23, muriendo ambos aquel mismo año. Fue confirmado el 11 de mayo de 1895. Doblemente huérfano, la carencia le hizo particularmente afectuoso. Su tío Antonio hizo de padre, mostrándole el mejor camino, proporcionándole los adecuados medios de formación, secundando su vocación cuando la manifestó. 

En 1905 ingresó en seminario diocesano de Málaga, cursando el primero y segundo años de filosofía con las calificaciones máximas. Iba para clérigo secular, pero el contacto con las Mercedarias de la Caridad le prendó del carisma mercedario y, presenciando un día la profesión de dos novicias, se determinó a ser mercedario, estimulado por sus propios formadores que lo valoraban mucho. 

Recaló en El Olivar. Allí vistió el 28 de julio de 1907, a las 9’30, de manos del padre Manuel Martín y ante el padre Mariano Pina, y profesó el 10 de agosto de 1908, ante los padres Pascual Tomás, Mariano Pina y Ramón Martín. El 25 de septiembre de 1908 pasó a Lérida, donde, en catorce años, concluyó su carrera; profesó de solemnes; fue ordenado sacerdote el 23 de junio de 1911 por el obispo Juan Antonio Ruano, en la capilla de palacio episcopal; se involucró en la enseñanza y relumbró en la predicación. 

Su primer ministerio fue la enseñanza. Aún no se había ordenado, y ya estaba enganchado con la juventud del colegio mercedario; como docente de lengua, aritmética y geografía; como gran pedagogo y animador de jóvenes, que admiraban su virtud, su bondad, su cortesía, su espiritualidad, su sabiduría y su dedicación, sacrificaba todas las horas del día en bien del alumno, incansable en repetir la lección hasta que todos la entendían. Cada día después de la clase conducía a sus alumnos a la iglesia para adorar el Santísimo y orar ante la Virgen de la Merced, particularmente los jueves y sábados. Tenía duende, acertando en promediar la disciplina con la jovialidad. En 1916 sacó el bachillerato civil y el 23 de febrero de 1917 el padre Pedro Armengol Valenzuela lo constituyó bachiller en letras y filosofía por la Orden, luego de adecuada prueba. Ese mismo año, del 4 al 11 de marzo participó en la misión general de Barcelona correspondiéndole la parroquia de Santa María del Mar. Se le constata predicando con frecuencia en Almenar, Artesa, Borges Blanques, Barbastro; imparte ejercicios espirituales en colegios con enganche de vocaciones. 

En 1918, cuando las fiestas centenarias de la Merced, predicó el 10 de agosto en la misa de comunión general de la basílica de la Merced; este año se le localiza en El Puig, Elche, Valencia, Puigvert. En 1919 el padre Carbonell llevaba la administración del colegio y visitó la cofradía de nuestra Señora de la Merced de Valencia. Va perfilándose como predicador de altos vuelos, llegándose en 1920 a Sidamunt, Alicante y Barcelona. En 1920 predicó la novena de la Merced en Palma, por los sermones le daban 20 pesetas; el 13 de enero de ese año se leyó en el capítulo provincial un desairado documento acerca del colegio ilerdense, suscrito entre otros por el padre Carbonell, el capítulo lo constituyo consejero doméstico y el 20 de febrero su comunidad lo nombró vicario de la casa. 

En 1921 predicó numerosas veces en Torres, Altorricón, Menarguens, Montblanc, Albi, Sidamuntel, en la catedral el triduo de san Pedro, en las Dominicas los ejercicios espirituales, en San Lorenzo, en Palma la novena de san Antonio. El lunes de Pascua lo delegó la Caixa para el homenaje a la vejez, utilizando a los colegiales para la misa y una velada. Fue instituido vocal de la junta de Instrucción de Lérida, de la junta local catequística en Sidamunt. Se despidió de Lérida, pero volvió a vérsele en 1922,entre los días 18 y 22 de junio. 

Es ilustrador el testimonio de sor Montserrat Valentines: Me llamaba la atención que cuando venía a confesarme lo encontraba tan devoto junto al sagrario, que me edificaba. Recuerdo una carta suya sobre la obediencia que me impresionó por sus conceptos y su unción; era pacientísimo, tenía mucha amabilidad y delicadeza de conciencia. Hablaba muy devotamente de la Virgen. En el colegio teníamos óptima impresión; eran muy interesantes y fructíferos los ejercicios que predicaba, y todos sus sermones. Manifestaba un gran celo por las almas. Su salida de Lérida fue muy sentida. 

La hermana Mercedes Cunillera entera de algo muy peculiar del padre Carbonell en Lérida: Siendo yo estudiante de magisterio tuve ocasión de conocerlo, cuando él era el paladín contra la escuela laica; nos reunía a los estudiantes para combatir y hacer mucho apostolado llegando a hacernos comprender lo que significaba ser apóstoles. Llevado fuera de Lérida, cuando venía se reunía de nuevo, preguntándonos cómo íbamos en el apostolado y animándonos a continuar luchando por las almas; lo habían señalado para un reformatorio de retardados mentales y puso tanto empeño en ello que decía que podíamos influir en las familias por medio de los niños retardados. Como director espiritual nos hizo mucho bien a mí y a muchos. 

Lo mismo en El Puig, adonde fue llevado el 28 de enero de 1922, porque la Merced recobraba el histórico monasterio, y se proyectaba una comunidad dedicada a la docencia. En el capítulo del 13 de enero de 1923 tuvo un voto para provincial. En junio, del 5 al 19, se hallaba en Mallorca. 

Pero la etapa más apasionante de su vocación pedagógica fueron los años, desde 1926 a 1931, que dirigió el reformatorio de menores de Godella. Supo ser padre, amigo, referencia de aquellos muchachos, iniciados ya en el mundo de la delincuencia, que de su mano ensayaban nuevos derroteros. El secretario del Tribunal de menores, Francisco Vives, atestigua que era diligentísimo, grandemente celoso, muy virtuoso, muy fervoroso, siempre dispuesto a sacrificarse, de un dinamismo apostólicamente extraordinario, de riqueza espiritual. De sus principios educativos, ha quedado rico acervo en los treinta y siete artículos escritos para El Colegial Mercedario y Nuestra Colonia. 

No por eso declinó de su carisma de predicador. Quizá fue en el púlpito donde más relevante se manifestó su personalidad. Fascinaba, pero sobre todo adoctrinaba y movía. Su palabra cálida, muy elegante, directa, ungida, destilaba caridad, amor a María, veneración eucarística. Parecía no cansarse, pues nunca renunciaba a un sermón; capaz de estar predicando simultáneamente dos o tres cuaresmas, novenarios o misiones. No tenían desperdicios sus discursos, por su doctrina y su unción, expresará la mercedaria Inés de Cué que llegará a decir cómo era un religioso dignísimo y santo, uno de esos religiosos que honran a la Iglesia. Particularmente famoso se hizo en Valencia, donde era llamado el predicador de la caridad y el enamorado de la Eucaristía. Por los años de 1925, varias veces, predicó en el monasterio de Bérriz las novenas de nuestro Padre y de nuestra Madre. El 27 de abril de 1927 corrió con el panegírico del gran homenaje a san Pedro Armengol en Guardia dels Prats que presidió el cardenal Francisco de Asís Vidal i Barraquer. Y lo seguiremos oyendo en los púlpitos de Mallorca, Lérida, Barbastro… Se lo rifaban, y él satisfacía, ése era su talante, en cuanto podía. 

 En 1930 fue superior de Palma del 18 de octubre al 26 de noviembre. Breve intervalo de su permanencia en tierras valencianas. Y porque a donde iba, volvía, pues le reclamaban, lo rastrearemos posteriormente en la Isla; por ejemplo, para predicar, con tres sacerdotes de Godella, por las visitas canónicas… 

Se halló en el capítulo general de 1931. Era superior de El Puig, el año 1932, cuando el capítulo provincial lo eligió superior provincial el 1 de agosto; salió de rebote, a la quinta votación; mas algo explica que fuera designado antes secretario provincial e impartiera una meditación a los capitulares. En 1935 sería distinto, lo reeligieron a la primera y con casi todos los sufragios. Ahora, 1932, continuó en El Puig; el 17 de septiembre estaba en Bérriz, pasó a Belchite, Zaragoza, Lérida; el 13 de octubre se localiza en El Puig; en noviembre estaba enfermo de cuidado, pero el 17 paraba en Madrid, volvió a El Puig, viajó a Barcelona. El 3 de diciembre recalaba en El Puig. No paraba, pero estaba al tanto de todo, particularmente de los estudiantes, 

Porque el padre Carbonell trajo un sistema nuevo de gobierno. Se mueve, viaja, visita las comunidades, habla con todos, escribe muchas cartas, se interesa por cada religioso, está en los detalles, amonesta, anima, concede, corrige y corta si hace falta. Sufre por todos, porque es padre, padre humilde y sencillo, que sabe animar. No le importan los sacrificios que ello comporte. Crea comunidad provincial. No obstante que no gozaba de buena salud, que a primeros de 1933 tuvo mareos, temblores, pérdida de fuerzas, preocupante: Aunque gracias a Dios –escribía-, haga la vida ordinaria, comprendo que me voy agotando paulatinamente. Pero no paraba; en enero se llegó a Zaragoza, luego a Lérida; el 4 de enero estaba en Barcelona, el 10 en Palma. En marzo predicaba una cuaresma en Valencia, cinco sermones semanales, estaba exhausto, pero tenía que ganar unas pesetas para mantener a los estudiantes. Predicó la novena de nuestra Madre en Mallorca este año 1933 y –contaba al padre Francisco Gargallo- la he pasado toda con una infección intestinal, no pudiendo tomar más que caldo vegetal, patata hervida y fruta. Pero, que él se halle enfermo, no le impide estar bien al tanto de cada uno de los religiosos, de los ancianos, de los delicados, sobre todo del padre Mariano Ferrer, que, por haberse agotado en la misión de Piauí, devino en la demencia. 

Su actitud rompedora se manifestó sacando a los estudiantes profesos de El Olivar, como son fehacientes las noventa y tres cartas (ochenta y nueve al padre Francisco Gargallo) que conservamos. En contra de la opinión de los barones de la provincia, que ven un riesgo de relajación y le tildan de caprichoso. Convencido de que los nuevos mercedarios necesitan una formación sólida y contrastada, el 26 de septiembre de 1933 crea en Benicalap el colegio San Pedro Nolasco, para que los coristas asistan al seminario diocesano de Valencia. Él estará con ellos. Le ayudan el padre Martín Ortúzar, fray Pedro Casalod, el padre José María Fabián, el padre Pablo Mateo Conde, pero a veces está él solo de formador. 

Los formandos, de El Olivar o de Benicalap, sus chicos, son su ojo derecho. Les procuraba leche, mantas, turrones, libros, máquinas de escribir, vacas; cuanto dinero podía ganar o replegar. Qué fatigas buscar obispo que los ordenara, librarlos de la mili... Se preocupa porque Isidoro Covarrubias no crece, porque Juan Parra pasa una temporada de escrúpulos, porque Esteban Portugal habrá de ir a filas. Para acudir a sus necesidades les procura algunas pesetas con sus trabajos; predica y predica más y más, por todas partes. Sus contribuciones, normalmente de veinte pesetas por sermón; las pobrísimas aportaciones de las comunidades, no abastan, pero no se arredra: No sé cómo nos las vamos a componer, pero no se le ocurra a vuestra paternidad el mandar postulantes a su casa por el motivo o el temor de no poder alimentarlos, hay que confiar mucho en la Divina Providencia y esperar que Dios proveerá. Se le ve mendigando a las comunidades de Barcelona, Lérida, San Ramón; discurriendo de acá para allá, así en agosto de 1934 estuvo en Bilbao, en Bérriz, en Orozco; a Bilbao tornaría en septiembre. Y aquellos medios de comunicación… 

Cuenta al respecto Manuel López, estudiante que convivió con él en Benicalap, siendo ya provincial, cómo lo veían modelo de vida religiosa, tenía un cuidado enorme de nuestra formación, sin regatear empeño a fin de que en la Orden surgiesen buenas vocaciones, preocupándose grandemente de la vida espiritual de los coristas. La idea que tengo de él es que era un santo, muy humilde a pesar de ser provincial, tratándonos con respeto y afecto. Lo conceptuábamos de gran pedagogo y predicador. 

A todo esto es un enfermo crónico. Coge unos gripazos mayúsculos. Sufre una gastro-colitis crónica y una depresión muy marcada en el sistema vascular, producida por la intoxicación del tabaco. No puede con el tabaco, y pide que recen por él para que Dios le libere de su dependencia. El padre Bienvenido Lahoz nos ha trazado su retrato moral y su desarrollo espiritual, lo humaniza: en un principio fue un poco ligero; luego se equilibró, demostrando grandes dotes de gobierno cuando fue electo provincial; manifestó gran caridad, comprensión, mucho afecto a los súbditos, no obstante que parecía nervioso; fue creciendo en virtud, revelándose hombre de Dios manifestándolo en el fervor de sus sermones, siendo su fuerte la caridad. 

El padre Jaime Monzón, fue su gran colaborador, como formador de los estudiantes profesos: Muy devoto del Corazón de Jesús y lleno de celo por salvar las almas. Ponía todo el empeño en la formación de los jóvenes aspirantes al sacerdocio y se hacía pedazos para allegar los medios necesarios para su sustentación. Era muy suave en corregir los defectos de los estudiantes, sin dejar de hacerlo, muy delicado en la caridad, nunca hablaba mal de nadie, no permitía que en su presencia se hiciera la menor crítica y se murmurase, y si se apercibía que alguno tenía ese vicio, lo corregía con afabilidad y aún con firmeza. El padre Juan Parra recuerda cómo en sus exhortaciones a la comunidad y a los fieles era frecuente el tema de la caridad. Alejandro Angulo pone una nota muy personal: Se levantaba por la noche muy frecuentemente, pasando largos ratos ante el sagrario. 

Lérida era muy querida por el padre Carbonell, y no se hacía de rogar cuando le pedían algún sermón; en junio de 1935 predicada la novena del Espíritu santo en casa, el 23 de diciembre iniciaba en la catedral la novena del santo Pañal, mientras apencaba en nuestra iglesia con la misa del gallo y la celebración de los Jueves eucarísticos. 

Y a su querencia se vino, cuando Barcelona se prendió el 18 de julio de 1936, porque aquí se creía seguro. Más bien hay que pensar que el Señor lo trajo para que en Lérida coronara su extraordinaria vida con la palma del martirio. El 21 de julio, estando celebrando la misa, irrumpieron los milicianos, fusil en mano y amenazando a los fieles, por lo que, terminada la Eucaristía, se cerró el templo. Los religiosos de la comunidad se escondieron en casas de amigos. Él se refugió en casa del sacerdote Eugenio Terraza, calle de san Antonio 21. Comenzaron las quemas y asesinatos. Estaba profundamente abatido y le preocupaba qué suerte podrían correr el medio centenar de jóvenes seminaristas que había en El Olivar. Pasaba el tiempo en oración, preparándose al martirio, como persuadido de que le llegaba de un momento a otro, resignado a la divina providencia. 

El 25 de julio, a las siete de la mañana, aporrearon violentamente la puerta y entraron en el domicilio cinco milicianos. Estaba tranquilamente sentado en su habitación, y preguntado -quién era; dijo resueltamente: -Soy sacerdote y provincial de los Mercedarios. -No hemos perdido el viaje, dijeron los forajidos.

Se lo llevaron, iba entre tres milicianos armados, con los brazos en alto y la cabeza muy baja, y a sólo unos pasos, en plena calle, lo acribillaron a balazos.