Notícies sobre les beatificacions

Los mártires, aún hoy, nos hablan: Félix-Célestin Gombert Olympe (H. Juan María)

Al ser detenido con sus hermanos de comunidad, no sólo no hizo valer su condición de francés para obtener la libertad sino que, a quien se la ofrecía, le dijo: “De ninguna manera, he vivido siempre con mis hermanos y con ellos quiero morir”. Ésta fue su última voluntad y su expreso deseo.

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Los mártires, aún hoy, nos hablan: El padre Tomas Campo Marín

En Lleida fue formador, rector y comendador. Más padre que superior, sabía encauzar la vida comunitaria, comunicaba optimismo, imprimía a las celebraciones culturales esplendor y profundidad. Sus grandes amores fueron la Eucaristía y nuestra Madre. En la cárcel mostró una enorme entereza, empeñado en mantener el ánimo de los condenados con jovialidad y humor, hasta la despedida: Adiós, hermanos! Hasta la eternidad!. Cuando cayó en las tapias del cementerio, estaba gritando ¡Viva Cristo!

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Los mártires, aún hoy, nos hablan: Francisco Donazar Goñi (H. Andrés José)

En una casa como la de les Avellanes con casi dos centenares de personas nunca faltaban trabajos ni reparaciones que realizar: un tejado que rehacer para evitar las goteras, tabiques y paredes que levantar, etc. El H. Andrés siempre estaba dispuesto a trabajar en rehacer los desperfectos existentes en la casa y finca. Nada le era difícil, todo para hacer grata la morada de los habitantes de esta casa.

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Los mártires, aún hoy, nos hablan: Julián Lisbona Royo (H. Timoteo José)

A la muerte de sus padres, Julián tuvo que ponerse a servir. En la última casa en la que estuvo trabajando antes de entrar en el noviciado de los Hermanos maristas fue en la de una señora sin familia. Con esta señora siempre guardó amistad. El último año que fue al pueblo, antes del Alzamiento del 18 de julio, dicha señora le ofreció hacerlo heredero de sus bienes, si se quedaba allí. Ante semejante oferta y sin titubear el H. Timoteo, que lo había abandonado todo para servir a Dios, respondió: «Es muy poca cosa a cambio de mi vocación».

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Los mártires, aún hoy, nos hablan: Hilario de Santiago Parets. (H. Liborio Pedro)

El 2 de octubre de 1932 se incorporó a Zaragoza para cumplir el servicio militar obligatorio. El ambiente del cuartel le resultó muy desagradable y la mili, larga y dura. Sólo le quedaban dos oasis en los que refrescarse espiritualmente: la acogida diaria con los Hermanos de la comunidad marista y el gozo de cobijarse en el santuario de la Virgen del Pilar. En la milicia, contrajo una grave enfermedad: el 'mal de Pott', de consecuencias decisivas para él.

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Los mártires, aún hoy, nos hablan: Lorenzo Gutiérrez Rojo. (H. Félix Lorenzo)

Al poco tiempo de comenzar su vida docente se manifestó en él una grave dolencia cardiaca. El diagnóstico facultativo fue lacerante y drástico: «A lo más, viviría seis meses.» En la enfermería de Les Avellanes iría descubriendo lo que Dios quería para él. “Siempre sonriente, resignado, consciente de la gravedad de su estado. Era encantador”.

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Los mártires, aún hoy, nos hablan: Juan Pastor Marco. (H. Fabián)

“Durante varios cursos llevó la primera clase del recién fundado colegio de la orden en Lleida; fueron después los adolescentes o mayores de quienes se hizo cargo; siempre le acompañó el éxito en sus funciones de educador. Serán muchos los antiguos alumnos que lo recordarán, autoridades y personas de altísimos cargos los que le rendirán homenajes”.

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