Notícies sobre les beatificacions

Los mártires, aún hoy, nos hablan: El padre Jesús Massanet Flaquer

Abrió los ojos a la vida en Capdepera, Baleares. Laboró en todos los conventos de la provincia, singularmente en El Puig de Santa María y en Lleida. Se mostró carismático en la predicación, a la que se dedicó con todo ahínco, teniendo como norma aceptar cuantos sermones se le ofertaran; disertando con facundia y fervor, particularmente sobre la Eucaristía y la santísima Virgen. Dispersados los religiosos ilerdenses, se escondió en casa de un sacerdote, donde lo encontraron el 25 de julio, matándolo en plena calle.

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Los mártires, aún hoy, nos hablan: Restituto Santiago Allèn (H. José de Arimatea)

Siempre se mostró muy caritativo con las personas necesitadas, lo que le atrajo la estima y el afecto de la mayoría de los vecinos de Ribadesella. Sin embargo, su labor también le proporcionó algunos enemigos, entre los que destacó un maestro nacional, empeñado en cerrar el colegio marista porque era enemigo declarado de la educación católica.

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Los mártires, aún hoy, nos hablan: El padre Amancio Marín Mínguez

Ingresó en San Ramón. De esta comunidad formaba parte en 1936. Pretendiendo llegar a su tierra burgalesa, recaló en Binéfar donde fue apresado. Al día siguiente lo pasearon por las calles en bochornosa exhibición y luego lo llevaron al cementerio, donde lo fusilaron. Estaba tan sereno antes de morir que el jefe del pelotón le tomó el pulso y lo tenía normal.

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Los mártires, aún hoy, nos hablan: Luis Galerón Parteix (H. Benedicto José)

Fue un excelente maestro, se distinguió por el celo y el entusiasmo que ponía para instruir en la fe cristiana a sus alumnos, a los que cautivaba con sus hermosas catequesis, en especial con las de los sábados, dedicadas a la Virgen. Siempre mantuvo un estado de ánimo tranquilo y estable, a pesar de las muchas circunstancias difíciles, e incluso adversas, que se le presentaron en su vida

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Los mártires, aún hoy, nos hablan: Fray Antonio Lahoz Gan

Nació en Híjar, Teruel. Ingresó cuarentón en El Olivar, su ministerio fue el huerto, el gallinero, la portería... Y ponía toda su fe, su ilusión y su rancio saber de campesino en sacar buenos tomates, ofrecer óptimos prescos; obtener sabrosos huevos y hermosos conejos… Cavaba, plantaba, regaba, podaba, de sol a sol, con generosidad. Cuando se le invitaba a descansar en la sombra, respondía afectuosamente: Descansar, en el cielo. En agosto de 1936 no quería dejar el convento, pero le ordenaron que se fuera a su pueblo. Allí lo mataron, mientras gritaba ¡Viva Cristo Rey!

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Los mártires, aún hoy, nos hablan: José Pampliega Santiago (H. Berardo José)

A pesar de su juventud, impartía la clase con tal maestría que los superiores se sentían plenamente satisfechos con él. Las grandes y fundadas esperanzas que éstos tenían depositadas en él se vieron truncadas inesperadamente con su martirio, en la flor de su vida -a punto de cumplir los 24 años-.

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Los mártires, aún hoy, nos hablan: Fray Antonio González Penín

Orensano, fulgía por sensato, prudente, mortificado particularmente soportando agudos dolores reumáticos. Lo suyo eran los servicios más humildes, pero los hacía con veneración. Presenció cómo profanaban y quemaban su querida iglesia del Buen Suceso de Barcelona. Cuando se delató porque dijo “¡Jesús!”, ante un estornudo, lo golpearon y lo estrellaron contra las paredes repetidas veces. Su cuerpo apareció en el Hospital Clínico mutilado e irreconocible.

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Los mártires, aún hoy, nos hablan: El padre Francisco Gargallo Gascón

Nació en Castellote, Teruel. Fue liturgista formado en Roma, postulador de las causas de los santos, procurador y secretario general. Terminado su periodo romano, trabajó con ardor en su provincia, como gran misionero en Puerto Rico, rector del colegio mercedario de Lérida y superior de El Olivar. Virtuoso, gran organizador, prudente y ecuánime, era modelo para todos los religiosos. Murió perdonado a los asesinos y cantando el Te Deum a coro con el padre Manuel Sancho, el 7 de agosto de 1936.

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Los mártires, aún hoy, nos hablan: Amancio Noriega Núñez (H. Félix Amancio)

Al comenzar la persecución religiosa en España, comentaban los hermanos los temibles acontecimientos de aquellos días y algunos se sentían inquietos por el porvenir. El verdadero temple del H. Félix Amancio quedó reflejado en esta frase que él pronunció: «No hay que pasar pena; si nos matan, moriremos mártires y, con nuestras vidas repararemos plenamente, de una vez, por todos nuestros pecados».

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