José Luis Olea es un leridano de 23 años que hizo los primeros votos este verano en el Santuario de San Ignacio de Loyola de la orden de los Jesuitas. Actualmente está estudiando filosofía en la Universidad Gregoriana de Roma. Hemos hablado con él para que nos cuente su vocación y sus retos.

¿Cuándo y cómo te sentiste llamado a hacerte jesuita?

Si hoy soy jesuita es principalmente por tres cosas: Por el testimonio de vida de los jesuitas, por haber madurado mi fe y para compartirla con los demás. Siempre que estaba con un jesuita me preguntaba lo mismo: "¿quién eres tú que haces estas cosas ... y por qué las haces de esta manera?" A partir de los 18 años volví a recuperar una vida de fe que hasta entonces había dejado bastante aparcada después de la primera comunión. Crecer en la fe me llevó a la pregunta "¿Cómo me ve Dios a mí y que quiere que yo haga por Él?" Haber formado parte de un grupo de confirmación o ir Pascua juveniles ha sido clave en mi proceso vocacional.

¿Qué formación has cursado hasta poder hacer los primeros votos?

Durante el noviciado, que es el tiempo de formación que los jesuitas tenemos antes de hacer los primeros votos, me he formado para conocer mejor el mundo, la Compañía de Jesús, la iglesia y a mí mismo. Esto lo he hecho profundizando en el conocimiento de los votos (pobreza, castidad y obediencia), de Jesús, de mi vida...

¿Qué significó para ti la celebración de Loyola?

La celebración de mis primeros votos en Loyola significó hacer realidad el sueño que Dios tiene para mí, y que es ser jesuita, sabiendo que Él también se compromete conmigo para ayudarme a vivir fielmente los votos y hacer así que su sueño continúe.

¿Qué estás estudiando ahora?

Estudio filosofía en Roma, en la Universidad Gregoriana.

¿Cómo crees que se podría resolver la falta de vocaciones?

Creo que la falta de vocaciones se debe a la falta de espacios para poder hacer silencio y pensar “qué es lo que Dios quiere de mí”. Y nosotros como religiosos debemos facilitarlos. Otra tarea que nos corresponde es la de transmitir que cada uno tiene una tarea en el Reino de Dios que sólo él o ella puede hacer. Nadie puede hacer por mí lo que Dios me pide personalmente. Me parece que es importante poder transmitir esta idea, porque sino podemos caer en el error de dar la respuesta más fácil para nosotros a lo que Dios nos pide personalmente a cada uno. El peligro es, entonces, hacer lo que nosotros queremos creyendo que así ayudamos a Dios.