Ramon Prat, director de l'IREL, reflexiona en un artículo publicado en diversos medios de comunicación sobre las resistencias internas a la renovación de la Iglesia. Pueden leer el artículo a continuación.  

Últimamente, los medios de comunicación nos han informado de la existencia de varios movimientos internos eclesiales y, también, de personas concretas que cuestionan y, incluso, desafían todo el proceso de renovación de la Iglesia Católica promovido y liderado por Francisco. Una lectura crítica de estas noticias pone de relieve que, detrás de estas críticas pretendidamente teológicas y doctrinales de algunos de estas corrientes, se esconde una lucha para mantener el poder en manos de un sector, que lo que quiere realmente es seguir dominando toda la comunidad católica. La agresividad de algunos de estos grupos y personas es tan patente que, incluso, han sido denunciados por el mismo líder de la Iglesia universal.

La diversidad de opinión en cuestiones abiertas en la Iglesia no sólo no es negativa, sino necesaria para que el debate abierto ayude a resolver las dificultades y tensiones de una manera acertada. Sin embargo, en este caso concreto que vivimos actualmente, se trata de un tipo de personas que cuando han mandado no permitían ninguna crítica y, en cambio cuando no controlan el poder de gestión no se conforman en defender su derecho a opinar, sino que quieren desprestigiar y negar el derecho a opinar de los demás. Además, con frecuencia esconden este objetivo de control del poder, fácilmente observable por los expertos en teología, con una argumentación teológica, pero que en realidad es puramente ideológica.

El diálogo que brota del pluralismo eclesial es un buen signo de salud mental y espiritual, porque que nadie tenemos el monopolio de la verdad. De todos modos, el diálogo eclesial debe respetar unas condiciones y actitudes que generan comunión y, que de ninguna manera llevan a la dispersión y, incluso, a la agresión. Pablo VI puso de relieve hace años esta trampa, cuando en la encíclica programática de su pontificado, Ecclesiam Suam (1964), afirmó que el contraste de opiniones y el diálogo siempre debe ir acompañado de claridad, afabilidad, confianza y prudencia.

Por eso es muy correcto que el Francisco, fiel a su talante abierto al pluralismo eclesial, respete la opinión de los que no piensan como él, pero que les recuerde que deberían limpiar las críticas de la malevolencia. La autenticidad del Papa Bergoglio ciertamente está promoviendo con sus palabras, y mucho más aún con el lenguaje de su testimonio, que en la Iglesia tiene que haber luz y taquígrafos Sin embargo, la crítica debe ser fiel a la verdad, a la buena nueva de Cristo y a su opción preferencial por los que sufren, por los pobres y por los excluidos de la tierra.

Ramon Prat i Pons

Director del IREL.

Lleida, Nochevieja de 2017.