La Academia Mariana acogió el pasado 6 de febrero la clausura del Año de la Vida Consagrada con la participación del obispo Salvador y en la que el Año de la Misericordia tuvo un papel protagonista.

Tras la acogida de los participantes, Mons. Salvador Giménez impartió una conferencia sobre el Año de la Misericordia y destacó que "el Papa, que encarna el mensaje del Evangelio con una credibilidad impresionante, ha convocado un Año de la Misericordia, en el que quiere sacar la Iglesia en la calle y ponerla en estado de misión a través de la forma más didáctica y efectiva: el amor al prójimo. Jesús está presente allí donde están los pobres, dijo en su viaje a África y en la Casa de Caridad en Nalukolongo (Uganda). "

Después de una pequeña pausa fue el turno del trabajo en grupo donde surgieron diferentes aportaciones entre las que recogemos las siguientes:

“Este año dedicado a la Vida Consagrada ha sido un toque de atención para quienes hemos hecho esta opción. Ha sido un tiempo de oportunidad para repasar nuestra persona con el apoyo de las ideas dadas por el Papa. Todos debemos sentirnos implicados, tanto comunitariamente como personalmente”.

“Si enlazamos todo ello con el Año de la Misericordia, tiene un encaje que entra dentro de nuestra vitalidad y felicidad, para nosotros y para los que tenemos a nuestro lado o en periferias, buscando misericordia”.

“Creemos que ha crecido la conciencia de la Vida Consagrada, sobre todo en los mismos consagrados; pero también con personas de fuera, aunque a veces se fijan más en lo que hacemos, pero no tanto en por qué lo hacemos o cómo lo vivimos”.

Como religiosos y religiosas deberíamos ser más contemplativos, es decir, ver más lo que sucede en nuestro entorno, para que nuestros hermanos y hermanas -tanto consagrados, como no, y sobre todo los necesidades- se sientan queridos en ser acogidos y escuchados y, al notar que "compartir" con ellos sus necesidades, los pueda llegar a través nuestro la compasión y la misericordia de Dios, nuestro y su Padre.

Una eucaristía presidida por el obispo de Lleida a los pies de la Virgen Blanca cerró la jornada para dar paso a una comida de hermandad.