Del 28 de junio al 1 de julio tuvo lugar la 33a peregrinación a Lourdes, organizado por la Hospitalidad de la Virgen de Lourdes del Obispado de Lleida, con la participación de la de Delegación de Pastoral de Jóvenes y con la presencia y el acompañamiento de nuestro Obispo, Salvador.

La peregrinación empezaba ya al subir a los autocares, donde muchos  participantes se reencontraban de nuevo, otros se veían por primera vez. En Almacelles recogimos una veintena de personas atendidas en San Juan de Dios, el trayecto se llenó de oraciones, música, juegos y conversación. Y casi sin darse cuenta de ello, llegamos a Lourdes.

Entre los participantes de cuatro días y de fin de semana, llenamos cinco autocares, además de los vehículos de apoyo. Los días en Lourdes fueron vividos con gran intensidad.

Dios bien presente, en las celebraciones litúrgicas: Reconciliación, Unción, Eucaristías, oración ... y Dios bien presente, también, en la cantidad de trabajo de los voluntarios que limpiaban, servían, estiraban carros de enfermos ... o bien pasaban rato compartiendo con las personas que más lo necesitaban, enriqueciéndose mutuamente todos.

Y, por supuesto, Dios bien presente en los más pequeños, los enfermos, los discapacitados, mostrándonos como de pequeños, enfermos y discapacitados somos todos. Y al mismo tiempo como todos somos ricos en amor para dar.

Vale la pena destacar, aunque a cada uno le resuenan momentos diferentes, la misa en la gruta del sábado y la internacional del domingo con miles de participantes de múltiples nacionalidades y la procesión Mariana (rosario de antorchas). Fue especial, al caer la noche, poder vivir la oración del rosario en varias lenguas, caminar juntos (o en carros y sillas de ruedas si era necesario), y encender cada uno su vela que iluminaba el entorno.

Acabar dándonos la paz, para, a continuación, poder seguir disfrutando en la fiesta de voluntarios animada por la guitarra y los cantos de los más jóvenes. Fueron 4 días de peregrinación, acogidos por la Virgen de Lourdes que nos conducía a vivir el agradecimiento de sentirnos comunidad y de ir aprendiendo, cada vez más, a ser hospitalarios los unos con los otros.