|06-10-25| La mañana del domingo 5 de octubre, la Iglesia de la Merced de Lleida acogió la celebración diocesana de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, jornada que ha llegado a su 111ª edición. El mensaje de esta Jornada ha sido “Migrantes, misioneros de esperanza”, con el propósito de destacar los valores humanos y espirituales que los migrantes aportan tanto a la Iglesia, como a la sociedad. 

La ceremonia litúrgica ha sido marcada por un ambiente festivo y fraternal, contando con la comunidad local, pero también con personas procedentes de países como Bolivia, Camerún Colombia, Congo, Ecuador, Egipto, Guatemala, Guinea Bissau y Guinea Ecuatorial, Honduras, México, República de Moldavia, Perú, Rumania, Senegal, Ucrania. 
 
Presidida por el vicario general, Mn. Lluís Sallán, y concelebrada por el párroco anfitrión, Mn. Vicente, y por el responsable de la Delegación Pastoral de las Migraciones, Adrian Burca, la misa fue un acto de profunda emoción, de una carga espiritual importantísima. 
 
El mensaje del Santo Padre León XIX sirvió como base para toda la liturgia. En el resalta la necesidad de que los migrantes y los refugiados sean mensajeros de esperanza, aún en un mundo marcado por las guerras y lleno de oscuridad. Allá donde estén, tienen que ser testimonios de la fe en Jesús que es paz y amor, juntamente con los hermanos de fe de aquí. Un compromiso que se tomo no solamente por un día, sino por todo el futuro que nos espera.
 
Tras la celebración de la misa se hizo una tanda de testimonios de personas que han vivido la migración en su propia piel, pero también de personas relacionadas con este ámbito. Emoción, ilusión, todo un placer escuchar a las personas implicadas.
 
Después de la misa, el encuentro continuó con unos momentos gastronómicos, artísticos y deportivos, en definitiva con ganas de compartir todo lo que recibimos desde la fe en un Dios que es Padre y Madre, el que nos ayuda a recorrer el camino hacia su patria definitiva, la fe en su único Hijo, que fue perseguido como tantos y tantos refugiados, la fe en un Espíritu que nos ayuda a abrir el corazón delante de las injusticias y sentirnos hermanos y hermanas.