Mn. Lluís Sallán Abizanda es desde el pasado 2 de septiembre el nuevo Vicario general de la diócesis, y hemos querido hablar con él de su trayectoria y de cómo ve la Iglesia.

¿Ha sido fácil decir que sí al Obispo Salvador?

Ha sido una sorpresa que me la hiciera ya que según la sociedad estoy en las puertas de la jubilación. Es un sí confiado y confío en que él me sostenga de alguna manera y cuento con la cooperación, con la simpatía y con la oración de muchísima gente que me lo ha expresado de una forma explícita.

¿Cómo nació su vocación sacerdotal?

Recuerdo que fue un propósito firme y constante desde pequeño. Cuando a los 12 años teníamos que marchar del pueblo, nací en San Esteban de la Litera, porque entonces no había institutos, mi padre me buscó un lugar para que pudiera seguir estudiando. Recuerdo que un día, sentados con él allí en el banco de la cocina me dijo si estaba dispuesto a ir al instituto y entonces fue cuando le dije que quería ir al Seminario de Lleida.

En su trayectoria educativa tiene un peso la ciudad de Vitoria, ¿por qué fue a estudiar allí?

El itinerario educativo en Lleida se rompió en el momento que los seminaristas de mi curso terminamos el nivel de filosofía y entonces teníamos que cursar teología, pero había la plaza de obispo vacante y estuvimos con un impás bastante largo. Pedí poder trasladarme a Vitoria para poder seguir estudiando ya que en Lleida no nos ofrecían la formación por varios motivos. Allí conocí una nueva mentalidad y una nueva lengua. Fue una experiencia intensísima, tanto, que año tras año vuelvo a Vitoria. Voy al monasterio benedictino de Estíbaliz y allí hago ejercicios y me encuentro con antiguos compañeros.

Siempre busca personas que le pueden ayudar a sacar adelante aquellas ideas o propuestas nuevas. ¿Cómo vive todas las responsabilidades?

Lo vivo en paz y tranquilidad porque no estoy solo ya que es obra del Espíritu y Él hace más que yo. También tengo compañeros y lo que no ve uno lo ve el otro. Este estilo de trabajo lo recuperé cuando volví a Cataluña cuando estaba el Obispo Malla y terminé mis estudios en Barcelona. Al terminar, el rector del Seminario de Lleida me reclamó para responsabilizarme de los jóvenes. Viví una dimensión nueva y entré a formar parte del Servicio de Colonias en la antigua Granja Escuela de la Diputación que estaba ubicada en la actual escuela de Agrónomos. La idea de servicio, la idea de jóvenes y la idea de acompañar procesos prendió fuerte. Entonces vi que quería ser cura y educador y luego cursé Magisterio.

También fue director de la Episcopal durante 20 años, ¿qué recuerdos guarda de aquella época?
Primero llegué al Episcopal como responsable de Pastoral por encargo del Obispo Malla pero hice un salto a la subdirección y de allí a director, relevando a Mn. Pardell. Todas estas experiencias han valido la pena y en este campo de la Educación es donde me siento cómodo.

En su nombramiento quiso destacar cuatro palabras...

Hablé de “agradecimiento” porque estoy donde estoy también gracias a otros. Además agradecer siempre es crecer en el amor y es un beneficio para aquel que es capaz de agradecer. También “por favor” porque yo no tengo las respuestas y las soluciones, sino que vienen por el concurso de todos, como en el Primer Concilio de Jerusalén, "nos sentamos y hablamos y tomamos una decisión a la luz del Evangelio". Necesidad de la unidad y mantener el equilibrio en consenso, reflexión, oración y en el compartir. También pido “perdón” porque no siempre estoy a la altura. Hablé de “acompañamiento” como principio aplicado en el trabajo de cada uno, ya que la Educación es un proceso que forma parte sustancial de la tarea pastoral de la Iglesia.

Este perfil humano es muy importante. ¿Cómo contempla la realidad de la Iglesia actual?
Ilusión por un lado porque estamos viviendo en un momento absolutamente creativo ya que ha cambiado el contexto cultural, social donde se anunciaba el Evangelio y nos ha tocado esta responsabilidad de abrir caminos que sean comprensibles por el nuevo contexto cultural y social . También es un reto a no dormirse y a la creatividad. A nivel diocesano, quiero dar gracias a tantos laicos y a tantos voluntarios y pienso que el Evangelio está vivo en todas partes.