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Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
Producció
Fecha publicación: 
Dom, 12/02/2018

Queridos diocesanos:

Así definimos este tiempo que empieza con el domingo primero de Adviento. La Iglesia nos propone que cada cristiano y que cada comunidad prepare las cuatro semanas previas a la Navidad con sobriedad, humildad y autenticidad. La preparación para el Nacimiento de Jesús exige unas actitudes personales y comunitarias acordes con el acontecimiento que se acerca. No sólo puede invadir este tiempo el boato externo, con las luces, los adornos y los cantos populares.

Necesitamos todos recobrar el espíritu de la cueva de Belén: la austeridad, la escucha del otro, la alabanza a Dios por su amor y por su redención, la sinceridad en la presentación de los dones, el compartir lo nuestro con los demás, la capacidad del silencio, la contemplación de la Luz y de la Verdad en medio de la noche, sin importar el ruido que lo envuelve todo. Y, por encima de todo, la oración como forma de hacer presente en nuestra vida la iniciativa y el acompañamiento de Dios. El tiempo de Adviento requiere que nos revistamos de la virtud de la esperanza, porque tenemos la convicción de que la presencia del Señor en nuestra historia es una realidad que nos impulsa a confiar que el cambio de modelo de actuación humana es posible. Si contamos con Él podemos convertir nuestros miedos e indecisiones en alegrías y solidaridad.

Este periodo de cuatro semanas de preparación, para el cristiano, es un tiempo de espera. Se espera participar en un objetivo marcado. También un tiempo de esperanza, como actitud que nos guía y colabora en la anticipación de lo que se celebrará. Esperanza como virtud regalada por Dios, que fija la seguridad en sus promesas cumplidas. Es el caso del Nacimiento de Jesús. Por ello podemos decir con justificación que el Adviento es tiempo de esperanza, y de ella nos servimos para estar atentos a lo que ocurre a nuestro alrededor, para comprobar si se acomoda o no al estilo de vida del que va a nacer.

Si cada uno de nosotros tiene alguna responsabilidad, grande o pequeña, en el mantenimiento o promoción de las maldades que anunciaban los profetas, si tenemos o carecemos de capacidad de purificación y de mejora, si estamos dispuestos a iniciar o a continuar el camino de la conversión. Os recuerdo algunos datos que, me parece, son conocidos por la inmensa mayoría. Disculpad la reiteración. Con el tiempo de Adviento comienza el año cristiano, que culmina con la Navidad, pequeño período de tres semanas que concluye con el Bautismo del Señor. Tanto este tiempo de disposición interior ante el nacimiento de Jesús como el resto del año miran al acontecimiento fundamental: la muerte y Resurrección del Señor.

Las semanas previas, que empiezan con el Miércoles de Ceniza, forman la etapa llamada tiempo de Cuaresma, tiempo en el que nos preparamos para vivir con autenticidad la Semana Santa. Desde el día de Pascua hasta el domingo de Pentecostés, ocho semanas, lo llamamos Tiempo Pascual. En este tiempo la Iglesia vive y comunica la alegría de la Resurrección.

A las restantes semanas del año, unas treinta y ocho, las denominamos Tiempo Ordinario, que acaban a finales de noviembre con la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. Es muy sencillo acomodarlo a los meses del año, aunque, al no tener una fecha fija la Pascua, puede variar en algunas semanas el ciclo completo del año cristiano. Termino con una invitación para todos: que vivamos con intensidad y coherencia este tiempo del Adviento. Con mi bendición y afecto.

† Salvador Giménez Valls Obispo de Lleida