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Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
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Fecha publicación: 
Vie, 01/15/2016
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SAN ANTONIO, ABAD Y LA ECOLOGIA HUMANA

Es la primera vez que celebramos esta fiesta de san Antonio, tan popular entre nosotros por lo que se refiere a la preocupación y cuidado de la creación con la consiguiente bendición de los animales, después de la publicación de la encíclica del papa Francisco Laudato Si’en la que nos pide a los cristianos una exquisita atención a la naturaleza como casa de todos. Las palabras del papa quieren llegar a los oídos de los hombres de buena voluntad empeñados en respetar las leyes que el Creador ha dispuesto para la adecuada conservación y posterior entrega a las futuras generaciones de todo lo que nos rodea. Además agradece a tantas personas y organizaciones que por todas partes han sensibilizado a nuestra sociedad sobre este tema capital.

            Es una fiesta apropiada por lo que significa fomentar el aprecio del cristiano hacia todas las especies animales y el respeto a los recursos materiales que nos sirven a los seres humanos de utilidad y progreso. Añade un matiz fundamental: que el desarrollo integral llegue a todos los pueblos de la tierra y sea beneficioso para quienes la habitarán después de nosotros. La bendición de animales no debe quedar reducida a una simpática acción infantil sino que debe aceptarse como un sincero compromiso de respetar y dignificar toda la obra creada. Es cierto que esto empieza en primer lugar por la especie humana. Podemos caer en la trampa de la destrucción y aniquilamiento de lo que nos rodea incluyendo la muerte de las personas. Y esto es terrible y camina en dirección contraria a los designios de Dios que nos advierte de los nefastos resultados de la acción esquilmadora que puede producir nuestro egoísmo. Nos invita a reflexionar sobre el bien común.

            Casualmente celebramos este año la fiesta de san Antonio Abad coincidiendo con la JORNADA DE LAS MIGRACIONES que nos propone la Iglesia. Es un asunto muy grave el que padece en estos momentos mucha gente que se mueve de una región a otra intentando salvar su vida o buscando unas condiciones más dignas para su familia. Esta situación no puede provocar en nosotros un rechazo hacia las personas ni un pretendido aislamiento de las sociedades más desarrolladas levantando muros de separación o ahondando las diferencias. Todos somos hermanos e hijos de un mismo Dios y como tales debemos actuar. El papa Francisco nos alerta de esta dramática situación en un mensaje que ha escrito con ocasión de la referida Jornada que ha servido de base para una carta dirigida por la Comisión Episcopal de Migraciones a todas las diócesis y parroquias de nuestro país. En síntesis agradecen las muestras de solidaridad expresadas por las comunidades cristianas hacia los emigrantes y refugiados y nos recuerdan los principios básicos de la acogida y del encuentro fraterno de personas, pueblos y culturas.

            Ambos temas están muy relacionados y nos obligan a una sincera reflexión sobre las condiciones en las que vivimos en esta casa común, cómo compartimos con todos sus habitantes,  de una forma equilibrada, generosa y solidaria, los recursos que el Creador ha puesto a disposición de todos los pueblos y cómo dejaremos esta vivienda a las futuras generaciones. La encíclica del papa, Lloatsigueu, es muy rica en matices y en consejos para un aprovechamiento común de los beneficios naturales distinguiendo los niveles en su tratamiento poniendo siempre en el centro al ser humano cuya importancia respecto a todo lo demás no tiene comparación.

            Pido a Dios, por intercesión de san Antonio que supo vivir con extrema austeridad en el desierto, que supo compartir sus bienes con los más necesitados y que se recreó en el amor a los animales y a las cosas, que nos conceda a nuestra generación una gran preocupación por la naturaleza y una constante defensa por la vida de todas las personas.

+Salvador Giménez, obispo de Lleida