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Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
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Fecha publicación: 
Dom, 02/04/2018

Los institutos de Vida Consagrada Mucha gente desconoce el significado del término «Vida Consagrada». Incluso muchos cristianos prefieren la palabra religioso/a en lugar de miembro de una comunidad de vida consagrada, porque reconocen su función y su trabajo en la Iglesia y, tal vez, porque la segunda definición les resulta demasiado técnica. Trato en estas líneas de explicar la mencionada realidad eclesial y, de paso, a compartir e invitar a todos a alegrarnos por la fies ta que todas las comunidades religiosas celebran el día dos de febrero, Solemnidad de la Presentación del Niño Jesús al Señor en el templo, realizada por sus padres María y José, como una consagración definitiva.

En nombre de todos vosotros, doy muchas felicitaciones y un gran agradecimiento por el servicio que tantos religiosos prestan a nuestra sociedad, haciendo evidente la presencia de la Iglesia. Muchos os habéis educado en sus centros de enseñanza y otros los encontráis en los diversos servicios de atención a dependientes, discapacitados o necesitados. ¿Qué es la Vida Consagrada? Empiezo con la afirmación que hace el Concilio Vaticano II: «Es el estado de vida que consiste en la profesión de los consejos evangélicos, aunque no pertenezca a la estructura de la Iglesia, pertenece, sin embargo, sin discusión a su vida y a su santidad» (LG 44). Y el Catecismo explica que «los consejos evangélicos están propuestos en su multiplicidad a todos los discípulos de Cristo. La perfección de la caridad… implica, para quienes asumen libremente el llamamiento a la vida consagrada, la obligación de practicar la castidad en el celibato por el Reino, la pobreza y la obediencia» (n.o 915).

En nuestra diócesis viven varias comunidades femeninas. Excepto una que es de vida contemplativa, las HH. Carmelitas, todas las demás son de vida activa con dedicación al mundo de la educación o de atención a los necesitados. También contamos con comunidades masculinas, con especial atención al trabajo parroquial. Muchos de vosotros conocéis a sus miembros y habéis colaborado con ellos en distintos proyectos y actividades.

Me alegra comprobar el alto aprecio que nuestra sociedad mantiene hacia todos ellos. Es más, me enorgullece cuando en mis visitas parroquiales alguien me habla de algún familiar suyo, perteneciente a una congregación, acentuando su profunda admiración por su vida entregada a los demás. Especialmente muestran una gran veneración hacia los que han fallecido, y siempre con palabras de gratitud. Para la Iglesia es un gran regalo, que queda enriquecida por la diversidad de carismas, gracias o sensibilidades de cada comunidad, que ponen al servicio de la misma para la atención integral de la sociedad. Cada congregación o instituto secular es fundado por la intuición de un cristiano ejemplar, con sus propios rasgos psicológicos y con plena disposición para la ayuda al prójimo.

Todos los fundadores manifiestan una motivación especial en el sentido de que su principal misión nace de dar a conocer el mensaje, la obra y la persona de Jesús a los demás. Prácticamente todos ellos han dejado profundos y provechosos escritos que describen su experiencia cristiana y que tanto bien han hecho a las gene - raciones posteriores. A lo largo de los siglos la vida consagrada ha sufrido distintas modulaciones y ha procurado tejer un claro compromiso con la sociedad que la acogía. La Iglesia ha dejado constancia de este singular modo de vida, ofreciéndola a todos los cristianos y animando a su expansión. Uno de los últimos documentos de referencia, de san Juan Pablo II, fruto de un Sí- nodo, se publicó en el año 1996 y tiene precisamente como título LA VIDA CONSAGRADA.

† Salvador Giménez Valls

Obispo de Lérida