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Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
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Fecha publicación: 
Vie, 12/18/2015
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Cuando llegan estas fechas muchos seguidores de Jesús escriben o hablan de su nacimiento. Se ha hecho siempre. Hay textos que comunican toda la ternura en las relaciones de Dios con la humanidad. Emociona cada vez que uno lee o recita alguno de esos fragmentos. A todos nos gustaría escribir algo nuevo sobre esta fiesta tan entrañable para comunicar sus sentimientos y que los demás gozaran con sus expresiones de la felicidad y la paz que trae el Niño en Belén.

En algún momento uno piensa que ya todo está escrito o dicho. Que no puede añadir novedades a este acontecimiento. Tenemos la tentación de no escribir nada por no caer en las repeticiones rutinarias de cada año. Y sin embargo siempre nos sorprende alguna frase o algún gesto de un ser querido que desea acercarnos al Nacimiento. O nos alegra una columna de un periódico que transpira inocencia y busca la complicidad del lector para conseguir la fraternidad. O alguien nos envía aquel poema, encontrado años antes en un libro, que conmovió nuestro interior y nos elevó a la búsqueda de lo más sublime que nos regala el Niño Dios.

    Os aconsejo que volváis a expresar un año más los deseos más íntimos de la Navidad. Aquellos que hace realidad Jesús y que nos ayudan a vivir con más coherencia su mensaje. Los mismos que nos permiten comprender mejor a los seres humanos y aceptar a todos como hermanos. Es una consecuencia lógica de nuestra alegría navideña. Que nadie robe la felicidad personal y familiar de estos días cuando nos reunimos para celebrar el misterio de Dios. Escribid vuestras felicitaciones a los demás con la pretensión de no quedar reducidas a huecas palabras y a tener unos serios compromisos de mejorar nuestro entorno cercano y nuestro mundo.

Tras una corta reflexión he encontrado algo nuevo para comunicar este año. Todos conocéis que el papa Francisco ha convocado un Año de la Misericordia. En nuestra diócesis celebramos la apertura de ese año el pasado día 13 con una ceremonia similar a la de Roma. No es momento ahora para explicar todo su significado que es muy rico en sus diversas manifestaciones para la vida cristiana. Sólo aspiro a recordar para todos lo que aprendisteis en vuestra infancia o juventud y que muchos han olvidado. Son las llamadas obras de misericordia cuyo exquisito cumplimiento nos conducirá por el camino de la felicidad. Es una exigencia que con sencillez nos pide el Papa para hacerlas realidad durante todo el año pero que, en estos días, cobran especial relevancia. Entre las corporales y las espirituales engloban la totalidad del ser humano.

    Las corporales son estas siete: Visitar a los enfermos; dar de comer al hambriento; dar de beber al sediento; dar posada al peregrino; vestir al desnudo; visitar a los presos; enterrar a los difuntos.

    Las espirituales también son siete: Enseñar al que no sabe; dar buen consejo a quien lo necesita; corregir al que se equivoca; perdonar al que nos ofende; consolar a los tristes; sufrir con paciencia los defectos del prójimo y rezar a Dios por los vivos y difuntos.

    Ignoro si a muchos de vosotros os ha parecido una novedad felicitar la Navidad con el cumplimiento de estas obras que nos hacen salir de nosotros mismos para acoger y acompañar a nuestros hermanos. Para mí el recordatorio me ha supuesto un punto novedoso y un buen comienzo de este año de la misericordia. Quiera Dios que me preocupe por hacer realidad estos consejos que suponen un auténtico programa de vida para todos.

 

                                +Salvador Giménez, 

Obispo de Lleida